MI VAGO GANADOR


Esto es nuevo... Trata de un quiltro y su vida sencilla que transcurre en Valparaíso.
Se cuenta el triste pasar de un perro que vive a la entrada de urgencias del Hospital Van Buren, regodeado por el olor a pan con queso a 100, quien se enamora perdidamente de una perra... Perra, literalmente hablando... una puta en todos los sentidos.
Por las tardes le gusta subir por el ascensor El Peral en silencio. Es inexistente para todos, menos para una gaviota apesadumbrada que se posa en su lomo casi a diario para mirar el atardecer del Molo.
Mmm... Pero falta desarrollo y un final trágico.
La melancolía de los cerros.
Mensajes.
Faltan mensajes y escenas...
Escenas melancólicas... ¡muchas de ellas!
... Entonces sube el Cerro Cárcel para descansar un momento en el cementerio; así se arma una metáfora... ¿Te das cuenta? Es decir, que todos somos perros que terminaremos prisioneros de nuestro andar juntos en el cementerio, lugar común.
(¡Oh! ¡Maldito lugar común!)
Y al despertar baja por Urreola hasta las calles principales de Valparaíso hacia el plano, en una noche fría... de neblina... cojeando... casi ciego... bajo la lluvia...
Y entonces come de las cáscaras en el Mercado, además de lamer el vino en caja de un borracho inconsciente del puerto.
Luego se pierde entre el gentío y la sed hace que tome agua de la fuente de Aníbal Pinto, y de nuevo lo invade el hambre por los deliciosos olores asados del Cinzano.
¿Y el final? ¡Debe ser abrupto!
En un 21 de mayo en Sotomayor, en medio del desfile de las Glorias Navales, morirá cansado y envenenado, solo y abatido (¿la notas? otra metáfora genial) recordando sus paseos, a la perra (literalmente hablando) y a la gaviota melancólica, amiga de los ascensores de Valparaíso.
Original a cagar...
¡Aplausos!... o lágrimas, en silencio...
Gracias...