Estos días he tenido malas noticias de dos amigas. No, no os asustéis, no son noticias de muerte ni de enfermedades mortales. Pero sí que son desgracias porque no son sólo una situación negativa para estas amigas por cuestiones personales, sino por cuestiones sociales. Voy a explicarme.
En el caso de una de ellas, llamémosle R., está teniendo problemas con su marido porque hace poco que los dos han abierto sendos negocios. Ella un negocio diurno, él un bar de copas. Y está la niña de ambos, a la que también hay que cuidar. Pues bien, al final es ella la que está todo el día ocupada con su trabajo y con la niña, mientras el marido se levanta a las tantas, porque cada día regresa mucho más tarde de la hora de cierre del negocio. Ya sabes, la noche, uno no puede irse a casa así sin más, hay que hacer relaciones públicas... Pero no sólo eso, sino que apenas cuida a la cría y le exige a ella que sea siempre puntual. Por ejemplo: un día R había quedado por la tarde con una amiga a la que hacía tiempo no veía. El marido tenía que ir a recoger a la niña (es lo único que hace en casa: ni friega, ni pone la lavadora, ni cocina, ni nada de nada) y, tras dejarla en casa, irse al trabajo a eso de las siete porque a las ocho abre el local. No es que sea necesaria su presencia, otros pueden ir abriendo el local puesto que tienen llaves, pero a él, como jefe, le gusta estar todas las horas. Pues bien, R., llegó un poco más tarde ya que se entretuvo con esta amiga. Y sí, ya os podéis imaginar la reacción del marido. Un enfado descomunal, tachándola de egoísta, muy agresivo. Como si fuera él el pobrecito que tiene que ir a trabajar mientras su mujer está en casita. Al margen de que ella tiene además su propio negocio (es decir, que también trabaja fuera de casa), yo me pregunto: ¿qué pasaría si fuera ella la que tuviera el bar de copas? ¿Soportaría su marido que todos los días llegara a casa horas después de la hora de cierre como hace él y que después no hiciera nada en casa?
La otra amiga que está pasando un mal momento es por el trabajo. Ella y su marido decidieron quedarse embarazados tras unos pocos años de matrimonio. Y ella decidió pedir una reducción de jornada laboral para estar más con su hija. En este caso no hubo imposición del marido, sino libre elección de ella. El problema vino en su trabajo a partir de ese momento. Tras más de diez años en la empresa, la han ido relegando a puestos inferiores hasta encontrarse haciendo lo mismo que hacía cuando empezó. Ella es joven, con experiencia, creativa, con ganas e ideas para hacer cosas diferentes, para crecer como trabajadora en su empresa. Pero... ¡ah, amigos! Decidió ser también mamá. Y eso, por lo visto, está castigado en el mundo laboral. Tened hijos, chicas, tenedlos que cada vez la natalidad es más baja... pero... ¿cómo? ¿Qué los cuidemos también los hombres? ¿Qué queréis que os sigan considerando como personas válidas para el trabajo? ¡Noooooo, nonononooooooo! Nada, nada, sed madres y quedaos en casita, cambiando pañales y todo eso, ¡si ser madre es lo más bonito, mujer! ¡Anda que nos gustaría a los hombres probar eso de quedar embarazados! ¡Ayss, si es que os quejáis de vicioooo...!
Una pintada en las calles de mi ciudad decía así:
“Si los curas se quedaran embarazados, el aborto sería sagrado”.
Pues eso. Que por ahí van los tiros. Que nos creemos europeos como si eso fuera equivalente a ser los más modernos del mundo mundial, que se nos hincha la boca cada vez que decimos que estamos en el siglo XXI, pero que ya han muerto casi sesenta mujeres por malos tratos (más de una por semana) y que la segregación a la mujer por ser mujer sigue, por desgracia, vigente. Y no hace falta que miren a barrios paupérrimos, que no, que entre los vapores de la acomodada clase media y culta también existe.
Y sí, denunciar estas cosas es feminismo, que el feminismo es algo que nos incumbe a todos, mujeres y hombres, y no es cosa de exaltadas marimachos, como se lo caricaturiza por ahí, ni es suplantar el machismo por su versión femenina, que eso sería hembrismo. Así que espero no oír más esa extraña frase que me dijo hace años una joven conocida mía: “Yo no soy feminista, soy femenina”.
¡Manda huevos...!
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