A labastro en la piel
N ube anudada a tu alma
E nsueño retórico
M oras el Olimpo de los poetas
O brera de los preciosismos
N unca apagas la luz
A quienes te veneramos

Curaste mi espanto, secaste con mano ágil el sudor
que en avalancha buscaba cauces en mi rostro
contraido por las pesadillas sempiternas
que nos acongojan a todos y a cada uno, medallas
de embargo y desolación que jalonan el alma,
cruces bélicas que se alzan en el monte del suplicio
como estigmas valederos para titularse de ser humano.

Fuiste fiel y avasalladora, suave, maternal, amiga,
sanadora invisible que con emplasto de palabras
invocaste a mis mejores dioses para revivirme la ilusión
llegaste a tiempo querida amiga para entregarme paz
te encarnaste más tarde en terrenal metáfora para
saber yo que recubrías de piel tus encantos de hechicera
te rocé y supe que en ese cuerpo habitaba una perfecta diosa.

Hoy desperté soñando y soñando despierto te invoqué
sé que estarás siempre transfigurada en verbos
disponible con un conjuro de dedos encantados
que pregonaran tu nombre por las estrellas, aparecerás
templaria de las fantasías, flamígera y perseverante,
despliegue de sedas bordadas con ensoñaciones agazapadas
en el fondo de tu estirpe felina, querida amiga…