Las historias se escriben a partir de lo vivido, es por eso que aquí les voy a contar ésta; mi experiencia… un relato de amargura y derrota que comenzó a gestarse el día en que la vi por vez primera, el momento en que nuestras miradas se enlazaron. ¡Cómo describirlo!, me faltan las palabras para hacerlo, mi impetuoso y porfiado corazón me señala que aún no he dejado de quererla.
¡Sí!, la quería, tanto como ella a mí, sin embargo fui un cobarde, un idiota. La dejé ir, no supe retenerla a mi lado. El miedo superó todas las barreras y salió airoso, me venció y yo simplemente me resigné a él… pero díganme ustedes, cómo no temer a lo desconocido, a lo que se supone irracional, cómo no sentir inseguridad ante aquella mirada penetrante, segura y vivaz.
Lo sé, trato de justificar lo que ya no puede explicarse, de qué valen las excusas si ya decidí perderla, se marchó y en su partida se llevó mi último respiro jadeante, mi primer momento de conciencia y el desamor que irracionalmente le entregué.
Tienen derecho a juzgarme, mas no pueden hacerlo, porque la conocen y saben que es inadmisible no sentir recelo ante su actuar. Aunque debo admitir que más que temor es envidia lo que en mí procreó…
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