Despertar en un nuevo día
"Los días se deben de medir desde que te despiertas hasta que te duermes, de tal manera que cada vez que te despiertes, sea un día nuevo, una oportunidad para hacer las cosas mejor, y así poder tener varios días en menos de 24 horas"
Me desperté en mi nuevo día, el sol brillaba y entraba un rayo de luz entre las cortinas de la habitación, permanecí otros diez minutos acostado sin decir nada, sólo pensando, pensando en las cosas que haría el día de hoy, me debo de parar, bañar y cambiar, y claro escribirle una carta a mi mamá. Mi mamá es buena persona, siempre trata de protegerme, por eso se preocupa mucho por mi, su único hijo varón, mis hermanas todavía viven con ella. Cada tres días ella me habla por teléfono y todos los sábados acostumbro mandarle cartas. Vivir solo me ha ayudado mucho, he aprendido más en estos meses viviendo lejos de mi familia que en mis cuatro años en la universidad.
Como si fuera un reflejo mis ojos voltearon a ver el reloj, eran casi las 12. Me paré apresurado y me dirigí a la regadera, me bañé lo más rápido posible. Hoy me había quedado de ver con Alma y se me hacía tarde para mi cita. Alma es la cosita más dulce y tierna del planeta, no podría describirla porque creo que lo haría mal. He pensado que la mujer que yo veo en Alma no es la misma que los demás ven, pues para ser sincero, aunque sé que no es la más guapa del mundo, yo la veo más guapa que cualquiera. Me vestí muy rápido también, pero cuando me arreglaba el cabello me di cuenta que me había vestido completamente de azul, pantalón azul, camisa azul y pensaba usar una chamarra azul, y me acordé que ella me había hecho burla la última vez, "te vistes como pitufo", así que decidí cambiarme la camisa y llevar un suéter de otro color. Me encaminé al restaurante argentino que a ella le gusta y en donde nos habíamos quedado de ver. Debido a que cerca del restaurante no hay donde estacionarse dejé mi auto en un estacionamiento público. Al bajarme del coche bajé el seguro de la puerta y la cerré, claro después de dos segundos me di cuenta de que mis llaves se encontraban adentro. El niño que recogía los coches no pudo aguantar una risa. Su risa me enojó. Uno de los empleados se ofreció a abrir el auto, pero al ver que le estaba haciendo daño a la puerta preferí mejor llamarle a un cerrajero, el niño que se había burlado de mí dijo conocer un cerrajero que supuestamente vivía a dos cuadras del estacionamiento, así que esperamos al niño, creo que lo imaginé, pero sentí que cuando el cerrajero llegó volteó a verme aguantándose una carcajada. Mi enojo era tal que olvide hablarle a Alma para avisarle que me había retrasado. A los treinta segundos pudo abrir mi puerta, y mi cartera también, pues el muy ratero me cobró 200 pesos por treinta segundos de trabajo. Enojado salí del estacionamiento y cuando apenas llevaba veinte pasos una paloma hizo sus gracias en mi suéter, tomé mi pañuelo y me limpie. Una sonrisa cínica apareció en mi rostro y me dije a mi mismo "no te preocupes, mejor da gracias a Dios de que las vacas no vuelan".
Llegué al mentado restauran cerca de 30 minutos tarde, sé muy bien que a Alma no le gusta esperar, y en cualquier otra ocasión se hubiera ido después de los diez minutos pero hoy cumplíamos un mes de noviazgo. Me quité el suéter antes de entrar y al dar dos pasos dentro del lugar la vi. Por dos segundos me sentí tranquilo, me senté y me disculpé por llegar tarde. Supongo que a ella no le importaba que el día de hoy hubiera llegado tarde, creo que a ella le daba más gusto verme. Yo seguía enojado por lo del estacionamiento así que durante el almuerzo no hablé mucho, no quise contarle mi penosa historia, decidí mejor enterrarla, pero no podía, y cada vez que ella me pregunta -¿qué tienes? yo decía -NADA, haciendo inconscientemente que ella se sintiera peor que yo, así que mi niña no aguantó mucho, y los cuarenta minutos de estar a mi lado se paró, dejó con delicadeza la servilleta en la mesa y me dijo - pues cuando tengas ganas de hablarme, me buscas. Yo exploté y se que le dije varias cosas que le hicieron mucho daño. Ella se fue, yo en medio de los murmullos terminé de comer, pagué la cuenta y fui por mi coche.
Cuando llegue a mi casa me recosté sobre el sillón, cerré los ojos y me dormí. Cuando me desperté decidí hacer un nuevo día, la luz de un poste penetraba entre las cortinas de la habitación, abrí los ojos y sin decir nada permanecí recostado en el sillón. Me puse a pensar en las cosas que tenía que hacer el día de hoy, me metí a bañar, me cambié, vi el reloj, eran los ocho de la tarde y decidí hablarle para decirle que la quiero, y pedirle una disculpa por lo que había pasado.
Elchadel
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