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Alicia

Con la navajita que guarda en su bolso de mano y que usa para recortarse la cutícula fue formando sobre la madera lisa del pequeño buró, dos delgadas y extensas líneas de polvo blanco. Intentó ser lo más equitativa posible. Cuidó que las dos porciones de cocaína fueran iguales. A un bolígrafo le extrajo el repuesto, y colocó dentro de uno de sus orificios nasales el cilindro plástico. Se inclinó un poco sobre el buró. Con el dedo índice de su mano derecha tapó su otra fosa y comenzó a inhalar. Cuando todo el polvo había sido absorbido, alzó la cabeza cerró los ojos y cantó cómo siempre, cómo todas la veces que usaba drogas la misma canción; “Extraños en la Noche” . El pronto efecto del estimulante y las suaves estrofas la hicieron relajarse.

Alicia estaba desnuda. En los muslos y en el vientre todavía conservaba residuos de lápiz labial. Incluso cerca de la rodilla izquierda, una ligera mancha cubría a plenitud la cicatriz que quedó como resultado de una quemadura que le provocara un tipo bastante loco, hace ya casi cinco años. Pensó que no era bueno bañarse ahorita. Prefirió contemplar aquel cuerpo que yacía sobre la cama y que al igual que el suyo, no era cubierto por prenda alguna. Cotejó ambos pares de senos, en su mente calculó medidas y proporciones. No le dio gusto saber que los suyos salían mejor librados en la comparación. El tono rojizo del vello pubico de la chica, le fascinó. ¿Era natural? En el arrebato amoroso de la madrugada, no había tenido la oportunidad de comprobarlo. Ahora que lo pensaba un poco, ni siquiera podría estar segura de recordar su nombre. Si tardas en despertar, te quedas sin ración chiquilla, dijo Alicia, con voz dulce. En efecto, la chica era sumamente joven, tal vez tendría quince o diecisiete, no más. Era bonita, pero sin mayor chiste. El semblante de su cara permitía descubrir que no tenía muchas ambiciones en la vida. Era una chica arrojada y que gustaba de las aventuras, eso había quedado muy claro para Alicia desde la noche de ayer, cuando ésta no se lo pensó mucho y aceptó la invitación de “ir a tomar otro trago a otro sitio más tranquilo”. Ni siquiera se apenó cuando Alicia le insinuó sus preferencias sexuales. Al contrario, al escucharlo, sus ojos tomaron un cierto brillo, quizá malicioso.

Alicia camina hacia la ventana, se asoma, corre por completo las cortinas. La parte inferior de la estructura metálica le llega a la altura del abdomen, por lo que, alguien que vaya caminando por la calle, si voltea hacia este lado, de seguro se encontrará con un par de pechos a la intemperie. Algo que sucede en la calle le llama la atención, para ver un poco mejor hacia abajo, se para de puntitas.

La chica se despierta, se frota los ojos con las muñecas, se levanta. La mirada todavía un poco nublada, le permite ver un cuarto, un entorno que le es extraño. No reconoce las paredes, ni el techo, ni los muebles, ni el cuadro solitario en el que dos manzanas están pintadas de un rojo descolorido. ¿Donde estoy?, tal vez se pregunta con cierto miedo, pero no lo dice en voz fuerte, no quiere precipitarse. Si lo hace, es muy probable que le surjan unas incontenibles ganas de salir corriendo. A pesar de que no es la primera vez que ve su cuerpo desnudo, esto le preocupa; ¿Qué habré hecho? Toca su vientre, sus piernas, sus pechos, lleva sus manos a la entrepierna, hurga en ella, no hay residuos de semen. ¿Qué pasó? Trata de hacer un poco de memoria, sólo recuerda que salió de la escuela y que ya en casa discutió con su Mamá. ¿Qué más? Nada. Pero es seguro que fue a parar en el bar de siempre.

Alicia sigue entretenida con la gente que va por la calle. Es gente simple; estudiantes, amas de casa, obreros y uno que otro hombre bien vestido. La zona es de clase popular, no da para algo mejor. En la esquina más próxima está un anciano vendiendo periódicos. Junto a él, dos perros se aparean. Esto desde luego a nadie espanta. Una Puta riñe con dos Policías, se niega a pagarles comisión alguna. Alicia está contenta. Lo que sucede en las calle le da razones para reír.

La chica ve la espalda desnuda de Alicia, Sus nalgas y sus piernas duras. Trata de reconocerla, pero al igual que con la habitación, no lo logra. A simple vista, a la chica, Alicia se le hace una mujer vulgar. Y a pesar de que aun no le ha podido ver el rostro, está segura de que podría adivinar sus rasgos. Alicia siente que alguien la mira a sus espaldas, gira la cabeza, se da cuenta que la chica ha despertado y está de pie, observándola. Alicia se cohíbe un poco, no sabe por qué, pero así pasa. La mirada de la chica es firme, tanto, que Alicia siente vergüenza de su desnudes.

-ya era hora de que te despertaras hija- le suelta Alicia-
-¿Dónde estamos?- Pregunta la chica-.
-Qué importa eso- Responde Alicia- ¿Dónde quieres estar?
-En mi casa- Contesta la chica-.
-Hace unas horas no lo parecía.
-Tal vez no, pero ahora si lo parece.
-A estas hora tu familia debe de estar muy preocupada por ti. ¿No es así?
-Sí.
-Bueno, tranquilízate, he guardado un poco de polvo para ti. Ahí, mira, en el buró. Tómalo, después yo misma te acompañaré a tu casa.
-No es necesario, bastará con qué me prestes un poco de dinero, tomaré un taxi.
-si eso es lo que quieres. Está bien.
-Te puedo preguntar algo.
-Lo que quieras.
-Pero me dirás la verdad.
-¿Por qué habría de mentirte? Anda, pregunta lo que quieras.
-¿ Ha pasado algo?
-Ha pasado tanto...
-Hablo en serio.
-Yo también.
-Me refiero entre nosotras. Tu sabes.
-Bueno, hemos bebido y fumado y dicho cosas muy curiosas.
-Y ha habido algo más.
-Sí. También mucha coca.
-Sexo quiero decir.
-Si te digo que no, ¿te calmarás?
-No sé.
-¿Y si te digo que sí?
-Sólo quiero saber la verdad.
-Entonces mírame, reconoces este labial que llevo marcado.
-Sí, es el mío.
-Entonces allí está tu respuesta.
-Creo que sí necesitaré el polvo que me ofreciste.

Alicia y la chica bajan las escalerillas del edificio, salen del hotel. Es pasado el mediodía. Ambas apenas se han bañado, ninguna trae maquillaje. Las dos sólo se han recogido el cabello.

Alicia le hace la parada al taxi que se ha detenido por el alto del semáforo. La chica aborda el auto compacto.

Alicia se despide con un adiós simple.
-¿Tienes teléfono? –Le pregunta la chica-.
-Por supuesto- Responde Alicia un tanto incrédula-.
-¿Me podrías apuntar el número?
-Seguro.
Alicia, se busca papel y un bolígrafo. Apunta los ocho dígitos.
-Yo te llamaré algún día- le dice la chica, mientras el auto avanza, le manda un beso.
Alicia ríe. Se busca un cigarrillo. Lo enciende.


Jano. 02/12/04

Texto agregado el 02-12-2004, y leído por 129 visitantes. (1 voto)


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