Después de los últimos comentarios se sintió tan mal que debió hacer un esfuerzo para seguir conversando.
El mundo le daba vueltas vertiginoso, las palmas le sudaban y unas náuseas reprimidas reducían su gesto a una tibia contracción. Se preguntaba cómo podía estar tan equivocada en ese lugar, tan fuera de sintonía. ¿Cómo diablos había ido a parar ahí?.
Su compañero la miraba incómodo, se suponía que debía comportarse. El contrato tácito requería, además de la excelente presencia, una buena disposición. Disposición que ya se había agotado.
Fingió un pequeño malestar para escapar con dirección al baño y parapetarse detrás de una escalera a ver que ocurría.
No estaba paranoica, todos habían notado que no comulgaba con ellos. Quizá debió hacerse la boluda como las demás (¿o las demás eran boludas?)
Se sintió afiebrada y el miedo fue ocupando cada palmo. Ahora sabía que nada era mentira; que había muertos y vejados, torturas y campos de concentración. Desapariciones y horror. Horror.
Tuvo miedo, verdadero miedo, por ella, por el futuro, por la inocencia gestándose en sus entrañas, por todos. Fue consciente como nunca antes de las miserias de su mundo... y las de su propio cuerpo que se comportaba sin reglas.
De repente la tomaron por el hombro. No pudo evitar el grito de espanto que se le escapó como una tormenta.
Poco a poco la respiración se fue haciendo menos violenta y el corazón trocando su cabalgata estéril por el cansado compás.
Esperó a que desapareciera la sensación de ahogo para abrir los ojos y ver todo su universo: su cama, su ropa, sus cosas, el diario de ayer sobre la mesa, los lentes, las pastillas, su novio.
No quiso volver al sueño. Tanto ansiaba la vigilia como odiaba el territorio nefasto de la noche que la llevaba sin tregua a la vida de otra mujer, y la hacía compartir sus desgarros, su tormento, la desesperación y el desquicio.
Otra mujer que tenía sus mismos ojos, eso lo sabía aunque nunca los hubiera visto y, juraría, que su misma seña en la mejilla derecha.
Una mujer que habría sido madre cuando ella nació.
Una mujer, sólo una mujer.
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