No tengo sueño y me desvelo. Intento no pensar en que no tengo sueño, no pensar en lo que no conduce a nada. Lo consigo sólo en parte. Navego mientras tiemblo literalmente de frío y busco otros nuevos mundos, los más pequeños y valiosos. Leo y tiemblo. Leo y tiemblo. ¿ Por qué no hay una manta de abrazos justo cuando más se necesita?. Mis cristales se empañan, quizás por mi manera de temblar. Leo y tiemblo. También afloran las ganas de echar de menos los días de lluvia, los días de lluvia compartidos de veras. A ratos creo que me estás preparando poco a poco para lo que venga. A veces pienso que me estoy preparando poco a poco para lo que se marcha. También descubro que la ambiguedad puede aplastarnos las retinas inyectando una suerte de veneno que es la incertidumbre. Releo y retiemblo. Me doy cuenta de lo fácil que resulta a veces distorsionarlo todo. Me prometo no leer más. Se que no será posible. Intento leer entre líneas, averiguar cuáles son tus nuevos tesoros, tus equivocaciones, si yo estoy en los tesoros o en las equivocaciones, mejor aún, si soy tesoro del ayer o equivocación de hoy, las dos cosas, ninguna, o al revés. Caminos prohibidos. También me pregunto cuáles son . A veces parece que luchas todo el tiempo contra tí, incluso contra mí. Joder, si tú puedes yo puedo y si yo puedo tú puedes. Nada nuevo. Hoy quizás estemos un poco más lejos, a lo mejor son mis cristales, pero no dejo de temblar. Esta vez no creo que aparezca nadie para tapar mis ojos por la espalda. Cucú, soy yo. Cucú eres tú.