Estaba apoyado en la muralla,
esperando…
Cabellera canosa, larga y lisa,
haciendo juego con su barba.
Un cigarrillo tranquilo
reposaba en sus dedos,
dedos tranquilos,
tranquilos y amarillos.
La camisa de rayas, media gastada,
hacía juego con su cuerpo,
medio gastado.
Miraba a los lejos,
ojos en el horizonte.
Una bocanada de fuego,
solo esperaba.
Tan libre, tan sereno,
impresionaba un hombre
de experiencia, vividas y sufridas,
de carácter forjado
con sangre y picota…
Sí, impresionaba.
Probablemente sabrá reconocer
el buen vino,
junto a un buen momento.
Y las mujeres…
eufóricas, enamoradas,
con sus palabras de hipnosis,
ojos enigmáticos.
Un anillo de oro reluce
en su meñique derecho…
De su amada?
La que lo abandonó?
La que se murió?
El cigarrillo se consume finalmente…
Sus ojos, ahora más distantes,
más envejecidos,
siguen esperando.
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