Cuanta sangre ha pasado por mi garganta, y la trago para que se devuelva y me humedezca los labios secos. Hace frío, no entiendo porqué estoy aquí, en esta pieza muerta, con gente tras la puerta que se alimenta de risas y farsas.
Pena, tanta pena, cuánta pena, y yo sola contigo, acurrucadito en el lado derecho de mis entrañas, calladitos, sin ocupar siquiera un espacio de molestias, nadando en contra de sus alientos lodosos.
Y hablan con palabras que no entiendo y ya no me sé parte de nada.
Me he tendido en el piso, esperando el milagro de ser devorada por el polvo, para así ya no escucharles, para pertenecer a la tranquilidad absoluta.
El reencuentro con la vida sentencia ironías y pecados, porque escupen sus mugres a mi paso.
El tiempo te dibuja en mi vientre y me aferro a tu cordón, niño, angel, piel morena, hijo.
Y por ti ya no quiero caer, aunque olvidé el matiz de los días.
|