LA TOMA
Yo había llegado atrasado a la asamblea que habíamos convocado para las siete de la tarde. Estaba nervioso por saber de los acontecimientos que habían sucedido un par de horas antes. La Federación se encontraba colmada de jóvenes tratando de obtener información o asistiendo a reuniones convocadas a último minuto. Era la primera vez que yo veía tan repleta de alumnos esa casa desde que la Federación se trasladó de lugar. Por momentos me pareció imposible poder llegar al patio, la gente amontonada en el pasillo me lo impedía. Cuando pude abrirme paso y por fin llegar, busqué entre los alumnos que yacían sentados en el suelo a un compañero para que me explicara con detalles lo sucedido en la Universidad.
-Fue a eso de las cuatro –me habló al oído-. Estaban dando mensajes por parlantes, los del Consejo, como se había hecho durante toda la semana, y de repente aparece un tipo de barba y lentes que robó el micrófono y empezó arengar a todo el mundo, diciendo que era el momento de tomarse la Universidad y un montón de otras huevás que no se le entendieron muy bien, y en cosa de segundos, el patio central se convulsionó de tipos armados con palos, despotricando puras tonteras en medio de un griterío infernal. Fue una cosa de locos, compadre, de locos.
El ambiente era tenso. Todos querían opinar y llegar de una vez por todas a una decisión clara: apoyar o no a los de la toma. David y Miguel estaban dando la palabra. Se les veía tranquilos a pesar de la presión del alumnado por comenzar de una vez la votación.
-¿Qué te apuesto a que se les apoya? –continuó Christian, con cara de burla-.
-Si eso pasa compadrito, yo y el David nos vamos a la mierda.
Era el primer conflicto grave que debíamos enfrentar desde que asumimos el Centro de Alumnos. Todo había sido muy bien estudiado para que no se nos escapara el asunto de las manos: parar las clases una hora todos los días, y si no había respuestas satisfactorias de las autoridades de la institución, preparar junto a todas las otras carreras un paro total, tal vez una toma en último caso, pero todo muy bien organizado, cosa que nosotros quedáramos como gestores de una exitosa revuelta estudiantil que obtiene respuesta positiva de las autoridades, y ahí pensar en una posible y mas que segura reelección en mi caso, y David ganando la elección de la Federación.
Pero no. Ahora todo se iba a la mierda.
-Se hará en votación a mano alzada –dijo Miguel, con voz fuerte-.
-¿Y Jacqueline, está con ellos?
-Tú ya sabes que postura tiene ella, compadrito –respondió Christian-. Esa comadre siempre estuvo con ellos. Los ayudó cuando empezaron a desalojar la Universidad. Ella nunca debió estar con ustedes en la directiva, fíjate con la monedita que les paga ahora.
-Bueno, entonces por una estrecha mayoría, la carrera apoya la toma –sentenció David la asamblea-. Nosotros como directiva del Centro de Alumnos, haremos las gestiones necesarias para dar todo el apoyo de Trabajo Social a los que están en toma.
Hubo caras de alegría para quienes apoyaron la decisión. Se retiraron festejando camino a la Universidad. Nosotros, los que perdimos, nos dirigimos a un pequeño restaurante de mala muerte.
-Tendremos que apoyar a esos conchasumadres, mi querido camarada –me habló David, con tono de amargura-. Y todo por un grupo de malacatosos liderados por un trotskista, que no obedece a nadie. Si hasta la propia ‘jota’ lo hechó de sus registros por mandarse las partes sólo. Y lo peor de todo, es que ahora tendremos que asumir huevás que no son nuestras, y olvídate de elecciones, olvídate de que la carrera se acuerde de todo lo bueno que hicimos durante el año para ellos. Qué te apuesto a que esta toma será lo más importante para la carrera. Así que anda olvidándote de todo lo planeado, mi camarada.
-Así es la vida. Nosotros trabajamos el camino, y otros se llevan los laureles -asentí, poniéndome un cigarro en la boca.
Caminamos hasta llegar a “El Barquito”. Hacía frío, la noche empezaba a caer en medio de una inusual brisa. Uno a uno nos fuimos acomodando en el pequeño lugar. Miguel llamó a la señora del local, pidiendo cuatro cervezas.
-Por lo menos esta toma es nuestra –interrumpió David-. Así que, camaradas a tomar. ¡Salud!.
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