Los tres éramos empleados de un sex shop, y decidimos festejar el cumpleaños de uno.
Al lugar que íbamos estaba cerrado y entramos en un bar que estaba enfrente.
El del cumpleaños se quedo afuera y cerraron la puerta.
Pedimos una cerveza y comenzamos a joder con la máquina de dardos.
Nos dijeron que si no le poníamos monedas no funcionaba, le dijimos que ya lo sabíamos.
Éramos tan duros mi amigo y yo.
El se fue a hablar con un tipo que estaba en la punta, quería comprar merca.
Le dijo que esperara y se fue a la calle, quedamos unos pocos en el bar y nos sentamos en la barra.
Pedimos más cerveza y maníes, estábamos molestos y gritábamos todo el tiempo.
Se me resbaló la botella y se desintegró como si nunca hubiera existido.
Era suficiente para el dueño del bar, se sentó frente a nosotros y nos hizo secar el piso.
Me clave algunos vidrios pero no sangro, volvimos a sentarnos en la barra y pedimos más cerveza.
El tipo nos dijo que nos quedáramos sentaditos y callados.
No era fácil contradecirlo, tenía una pistola.
Después llego otro en un auto de esos largos y plateados y se llevo a mi amigo
El sólo quería un poco de merca, yo no.
Quede solo en la barra del bar con el simpático dueño y su arma.
Tenía una petaca de whisky en la campera, decidí que tenía que sacarla.
"¡Que mierda estas haciendo!" me dijo.
"Es nada más que una petaca" dije, aunque sonó mas bien como:
"Eses nanaddamasss qqque unapetaccca"
Me la serví toda en el chop (no importaba ni yo ni la petaca, todo era circunstancial)
Encendí un cigarrillo y detrás de la barra el dueño desapareció.
Atrás había un gordo con una mina (vieja y estropeada) que gritaba y bufaba todo el tiempo.
”¿¡Por qué estabas hablando con ese hijo de puta!?” "¡Contéstame mierda!"
Y cuando pensé que la situación no se podía poner peor el gordo saco un revolver.
Apuntó a todos lados al mismo tiempo y tenía los ojos inyectados en sangre y locura.
El dueño del bar reapareció y sacó la pistola, brillaba todo el cromado y los reflejos me molestaban.
El gordo desquiciado giró y le apuntó, el dueño del bar ya lo tenía marcado, yo estaba en el medio.
Mi cabeza llena de ideas y juventud y alcohol quedo en medio de una pistola y un revolver.
Decidí que tenía que salir de ese lugar.
Se mantuvieron insultándose y gritando durante unos 15 minutos.
Comencé a levantarme, el de la barra me miró, sonrió y no dijo nada.
Continué con lo mío, al llegar a la puerta descubro algo que era imposible no ver.
Era el tipo mas grande con quien yo hubiera tropezado, me agarro del hombro y dijo:
"No sale nadie, sentate y déjate de joder" pero me fui a una mesa, en la barra aun estaban apuntándose.
Se abrió la puerta y cayó mi amigo justo a mis pies, detrás venía el tipo del auto largo y plateado.
"¿Donde fuiste?" le digo, "A comprar merca" dice, "¿Y como te fue?" le pregunto,
"Me robo y me paseo por toda la ciudad con una pistola en la cabeza, esta loco"
Ahora el tipo del auto apuntaba al viejo y el viejo apuntaba al dueño
y el dueño nos apuntaba a todos intermitentemente.
"Están locos" dijo mi amigo, todos estaban locos en ese lugar, incluso nosotros en medio de ese triangulo.
Afuera se veía por la ventana al otro amigo nuestro, era su cumpleaños y supuestamente estábamos festejando.
El hijo de puta lloraba y dejaba mocos por todo el vidrio, nosotros dos preguntamos nuevamente si nos podíamos ir.
No hubo respuesta aunque si una mirada de desagrado y el tipo que cuidaba la puerta se palpo la cintura.
También tenía una pistola.
No había nada que hacer, sólo escuchar al viejo y el dueño insultándose y al tipo del auto apuntando con cara de enajenado. Pedimos otra cerveza, el dueño sin soltar el arma nos alcanzó la botella y la abrió, era un hombre muy talentoso.
Nos servimos y tomamos y luego otra y otra.
Cuando íbamos por la sexta ya no se apuntaban y estaban todos tomando whisky en una mesa.
Sin ningún aviso el tipo gigantesco abrió la puerta y nos dijo que nos fuéramos, estaba amaneciendo.
Encontramos al otro (el del cumpleaños) dormido en la esquina, lo despertamos y comenzó a llorar.
Cuando llego el colectivo nos fuimos, dejamos al llorón en alguna parada y bajamos a casa.
Abrimos una cerveza y nos miramos y reímos y reímos, descontroladamente, era una liberación.
Así fue como nos gastamos la plata la primera vez que cobramos en aquel sex shop.
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