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Las lilas sedientas esperaban una lluvia que las saciara por un tiempito. Nadie entendió de dónde venían esos aromas tan extravagantes, era su bronca liberada de una manera muy especial.
Nadie supo como era la lluvia vista desde arriba, y ni siquiera se lo preguntaron a las nubes, que están siempre tristes cuando se asoman al mundo ¿llorarán cuando no las vemos?.
Y los campos fértiles perdieron la razón de seguir siendo útiles a causa de que les urgía el tormento una y otra vez, cuando les desprendían de las entrañas las raíces de plantas. Y a nadie se le ocurrió pedirles perdón.
Y el viento que viaja sin lugar de llegada, sin descanso, jamás nadie le ofreció un lecho, y ninguna madre soltera cedió para arroparlo en la noche y darle un biberón con tibia leche de vaca.
Tampoco nadie comprendió al rocío, que en una de sus andadas con la llovizna matutina, perdió su reloj de pulsera y muy pocos lo salieron a recibir por la madrugada.
¿Es discriminación cuando algunas piedras son mudadas de sitio y otras permanecen por años en el mismo lugar, sin una aventura, sin una emoción? Nadie podría contestarlo.
Todo eso me pregunté llorando la pérdida de aquella víctima arrancada sin resquemores de un árbol cansado.
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Texto agregado el 29-06-2003, y leído por 258
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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29-06-2003 |
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me ha encantado la sencillez con la que has descrito procesos naturales cotidianos que se han vuelto sublimes bajo tu pluma, destaco esta parte: "Nadie supo como era la lluvia vista desde arriba", pero de verdad podría destacar casi todo el texto, eres un placer para los sentidos, te felicito por esto, saludos blanquita |
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