Escucho como caes, lentamente tanto como mueres.
Y dentro de ti falleces sin regreso.
Bebes un líquido alimentado por tus propias lágrimas,
que no es mortífero pero si declara que el sello de los años es definitivo.
Las rosas ya no florecen en tu patio,
pero ya no hace falta que los sigan haciendo.
La tarea de tu jardín está completa,
es un huerto terminado en las flores de un cenit ofendido.
Hay un hilo de plata que está roto,
los segundos no han traicionado, han sido fieles,
pero han resuelto ser determinantes.
El funcionamiento es uno solo y se asoma como un complejo exhalar y seguir siendo...
No permitiré que el calor se vaya así, contigo,
lo preservaré conmigo hasta la muerte,
la misma tuya, la misma mía, la misma de todos nosotros, tan distinta.
Hoy llueven piedras en mi techo blanco, poderoso
y por momentos se ha ensuciado y puesto blando.
Tan vulnerable que hasta las plumas lo destruyen,
tan humano que pierde todo sentido y solo muere,
tan de los hombres que ya no existe en nada y solo muere.
Esta es la sombra muerte, este su juego.
¡Mirad cómo se mueve entre los hombres!,
¡mirad cómo a todos clava su lanza!
Fallezcan frente a ella y a sus burlas.
Siéntanse lo más mínimo por serlo,
ahórquenla con ella y mueran mutuamente.
El Coronel. |