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Al abrir los ojos lo primero que vi fue mi rostro macilento, que se reflejaba en el espejo empotrado sobre el techo color rosa. El dolor que martillaba mi cabeza era insoportable el caldero parecía consumir mi estomago, mi garganta estaba hecha de piedra pero aquello no era mi preocupación principal; la silueta que alcancé a distinguir en el espejo; ella (o él) era mi gran preocupación. Y mientras me armaba de valor para voltear el rostro, traté de reconstruir con los retazos de la noche anterior, que aún deambulaban por mi memoria, lo que me había empujado a esta habitación, que obviamente no era la mía.
Su nombre es Camila o al menos así quiso llamarse aquella noche, decía tener veintidós años, aunque aparentaba menos; de cabello ocre, que alguna vez fue negro; ojos esquivos; sonrisa barata y un curioso lunar en la mejilla izquierda, que supongo yo, ella lo dibujó.
Se acercó con la soltura, propia de las polillas alegres y noctámbulas y me preguntó si había visto a Pepe (¿quién diablos era Pepe? No lo sé) La noche no deparaba mayores esperanzas, así que decidí arriesgarla con ella –no lo he visto, pero te puedo invitar una sangría mientras lo esperamos—le contesté yo, con la seguridad de que no se iba a negar. Ella acepto mi propuesta con una sonrisa maliciosa. Luego de la primera jarra vino otra y otra más. En tanto ella se explayaba en una conversación que me interesaba menos que un partido de Polo, yo empezaba exasperarme (supongo que ella estaba al tanto de mi molestia y lo hacia con la mayor intención). Hasta que al fin y apiadándose de mí; fue ella quien tomo la iniciativa.
La llevé a un hostal bien caleta de unos de esos pasajes de boulevar de Barranco.
Dentro de la habitación ella me sorprendió gratamente; no era de aquellas pájaras inexpertas que matan el encanto con un gimoteo inoportuno o visiblemente fingido, o con esa quietud desesperante, ella no; ella demostró poder dar cuenta a cualquier hombre que se aventurara la noche con su compañía.
Sin el menor temor, habría las piernas y me dejaba entrar en su profundidades; navegar en sus mares más tempestuosos; descubrir la génesis de tanto placer. Cada zigzag de su humanidad era una invitación al goce y en los momentos de mayor frenesí, cuando ella se empotraba por entre mis piernas y movía las caderas sin tregua, quedaba yo embriagado de tanta delectación. Repetimos los amores unas cinco veces, tal ves más, con diferentes matices, que aumentaba la intensidad del momento. Recuerdo inclusive que casi se nos va la vida al improvisar alguna acrobacia en un caballete que encontramos en el ardor de una noche perfecta.
Luego, quizá por el cansancio, los recuerdos se tornaron borrosos y confusos. Pero bueno el resto ya no me importaba. Así que levanté la mirada y vi nuevamente la silueta dormida, descansando de la epopeya; se movió y dejó al descubierto su rostro (no, no puede ser... pero si...) el rostro que vi en el espejo, al menos que a Camila le haya crecido la barba y caído el cabello, no era de ella...
Fue en ese momento que las imágenes que permanecían difuminadas en el fárrago del quien quiere olvidar se hicieron terriblemente claras... yo totalmente perturbado me levanté de la cama y me vestí lo mas rápido que pude, rogando que mi eventual acompañante no se despertarse de su profundo sueño y salí raudo de la habitación.
Al acordarme de aquella noche; noche de mierda; de Camila, de esa potra indomable y ternera sumisa a la vez. Al venirme a la memoria, en especial el personaje misterioso, que nunca llegué a saber su nombre; de como me sometía; de esa manera de entrar en mí, sin preámbulos; de los ruegos que le prodigaba para que no sacase aquel monstruo que parecía tomar vida dentro de mis entrañas; de aquellos movimientos audaces y diestros que realizaba; de esos veintiún centímetros que se zarandeaba como pez en el agua; no puedo evitar que se me escarapele la piel, me empiece temblar las rodillas y desear en el fondo de mi alma que el momento se repita, que la noche sea tan loca como la otra vez y hasta imagino en las noches de soledad que el enigmático personaje llega para doblegarme, para que le rinda cuentas nuevamente... basta yo no puedo tolerar aquellos pensamientos ignominiosos; soy muy hombre, me encanta las mujeres, soy un ave de presa, lista a cazar a cualquier pájara insolente que se me cruce en el camino.

Texto agregado el 30-11-2004, y leído por 167 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
30-11-2004 tiene momentos interesantes, aunque adolece de un poco de fuerza... pero me gusto, y con algunas frases bien logradas MARQT
30-11-2004 tiene momentos interesantes, aunque adolece de un poco de fuerza... pero me gusto, y con algunas frases bien logradas MARQT
30-11-2004 se lee rápido y claramente . buena redaccion y too.. podría terminar con algo sorpresivo, algo cómico algo terrible, alog inesperado, nose son sugerencias visita
30-11-2004 amigo, leer esto fue mas aburrido que partido de polo, ud lo dijo, pude adivinar cada palabra que ud escribió. Salga de la norma. Surte, nos leemos en otra ocasion. t-bonnes
 
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