No quiero romper la magia que tu regreso imposible ha generado. Un retorno sin rostro definido, sin trazos certeros pero con una enorme fuerza que me alimenta e impulsa a seguir aguardando por el gran milagro.
No quiero alcanzar certeza alguna, no busco pruebas que me lleven a una verdad que hoy nadie desea.
Me entrego a la fantasía, y creo olerte cercano, te veo volar entre las palmeras y tus alas son tan hermosas y enérgicas que hasta el viento se rinde, para dejarse acariciar por tu paso.
Hoy ante mí eres mi único Dios. Te entrego mi alma completa y agitado mi pecho por la felicidad inmensa no puedo evitar que mi profunda y esquiva sonrisa quiebre la quietud de mi espacio.
Estoy agradecida porque apareciste entre nubes de algodón. Feliz porque en la noche me abrigó tu resplandor y con el espíritu brillante, hoy despierto creyendo seguir entre sueños.
Hoy no caminé, hoy floté por ti, volé hasta el asiento que hoy ocupo y sólo fuego de mis ojos salen, pues sigo viéndote, tras mi ventana, tan inmenso, tan eterno.
Quiero que mis lágrimas humedezcan tus ansias, te otorguen por única vez el cuerpo que tanto anhelo.
Muero por ver tus formas, y admirarlas de lejos porque sólo así es posible el disfrute de las maravillas de tu magnitud. Eres producto de mis deseos pero a su vez los trasciendes y antecedes.
He ahí tu magia, ahí reposa tu belleza, en la inquietante contradicción de tu naturaleza, incomprensible a mi mortalidad pero suficiente para mi simpleza.
Hoy siento felicidad y toda ella te la entrego a ti. Ésta es mi ofrenda y mi más honesta promesa pues procuraré evocarte cada noche y aunque llegues a mí tras formas diversas, tu calor peculiar me avisará de tu presencia. Así nacerá mi sonrisa. |