La infancia y pubertad de Juliet Evertoon trascurrieron entre bastidores de punto de cruz y bostezos en el amplio salón colonial de la casa familiar. Nunca Juliet acudió a un colegio, pues varias institutrices se encargaron de su educación siempre supervisada desde lo alto por el retrato de su abuelo Julius Evertoon. La educación fue la de una niña con un futuro claramente determinado: el matrimonio. Juliet fue una niña modelo; nunca disgusto a sus padres con los típicos flirteos amorosos de esas edades. Se podría decir que Juliet disfrutaba de todas las costumbres familiares, incluida la que presumiblemente le sería mas molesta como que fuera su padre el que eligiera a su esposo.
Juliet al fin se casaba y según se acercaba la fecha señalada organizó ilusionada todos preparativos: flores, adornos, banquete, el traje, sobretodo el traje. Estaba decidida a tener un retrato como el que tenía su abuela y después tuvo su madre. La verdad es que preparó todo con verdadera alegría; si bien en todos estos preparativos nunca pasó por su mente la imagen del Mayor Visen. No es que le odiara, ni mucho menos, simplemente nunca pasó por su mente la imagen del Mayor Visen durante los preparativos. Se trataba de un joven escocés, aún así quince años mayor que ella, que había comprado una extensa propiedad cerca de las tierras de la familia Evertoon. El padre concedió en dar la mano de su hija no porque pensara que hacía un buen negocio, sino más bien porque temía a Visen, temía, mejor dicho, a la fortuna de Visen, que las habladurías habían elevado hasta lo imposible como es costumbre, acaparando todas las tierras del condado. Con el matrimonio evitaba a un peligroso enemigo.
La fortuna heredada por Visen era considerable y en verdad tenía potencial para tales pretensiones, pero sus intenciones no iban por ahí. El joven Visen solamente deseaba escribir la novela que tenía en mente desde sus estudios de bachillerato y que las obligaciones económicas que tuvo que asumir a la muerte de su padre le obligaron a posponer hasta el casamiento de sus dos hermanas menores.
Podría haber emprendido la tarea de su novela sin el casamiento, pero sus prejuicios le obligaban a dejar todo en orden antes de emprender la tarea que le iba a ocupar los siguientes años.
A Juliet le pareció que el uniforme del Mayor Visen quedaría muy bien en el retrato de boda que ella imaginaba y además la proximidad de su nuevo hogar le permitiría ir a ver a sus padres cada vez que quisiera. Todo eran ventajas.
El mayor Visen era cariñoso y Juliet era feliz gracias a su preparación y carácter poco exigente para con el matrimonio. Así que la vida matrimonial fue fácil y agradable durante los primeros meses. Juliet dirigía al servicio con amabilidad y firmeza. Y el mayor Visen inundaba toda la casa de un optimismo difuso ya que su novela que avanzaba como una locomotora. En efecto, en un año la novela estaba prácticamente acabada. Sólo faltaba el final, lo cual no debería de suponer ningún contratiempo teniendo en cuenta que cuando empezó la novela sólo conocía el final.
Fue entonces cuando empujado por el entusiasmo y la impaciencia cometió el error que más tarde quedaría guardado en su memoria como el peor error de su vida: Dio a leer el manuscrito a Juliet.
En la formación típica de una dama entraba el punto de cruz y el piano, pero la literatura era también uno de los platos fuertes junto con otros temas que mantuvieran entretenidas a las mujeres mientras los varones se apartaban a discutir de política.
Juliet leyó la novela con el cariño de una esposa y aunque las palabras fueron de ánimo y aprobación no pudo ocultar la decepción en sus ojos. Lo peor de todo no fueron las oportunas correcciones sintácticas y ortográficas que apuntó en el manuscrito con modestia y fingiendo inseguridad enamorada. Ni siquiera lo peor fue la indiferencia que mostró al día siguiente cuando el odio que Visen empezó a sentir aún no estaba fraguado (Ella ya se había olvidado de la novela ocupada con unos centros de flores para la partida de Brigde de las cinco) Lo peor de todo es que a lápiz había escrito en las dos ultimas paginas el final. Un final que no solo irritaba a Visen porque no era el suyo, ni siquiera porque era mejor, si no porque en comparación Visen descubrió que era lo único que valía la pena de novela y además ella lo había escrito en una sola noche.
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