Cenizas de un amor que entristeció,
retazos de pasión almacenados cuidadosamente,
promesas de un sueño que vive en mi memoria
y fugaces destellos de una felicidad carnavalesca.
Ayer rocé con mis labios el infinito,
toqué con mis manos la puerta de la eternidad,
y sin embargo por mi sangre fluye
la savia de un furtivo desengaño...
La luna iluminó el ocaso,
el sol proyectó las sombras escondidas,
y las estrellas dibujaron mi camino
mientras me cobijaba bajo el suelo que pisaba...
La vida siguió su insinuante y grotesco rumbo,
sin reparar en daños, con su sarcasmo habitual,
y me llenó del aroma de la sorpresa,
de la pasión por lo inesperado,
de la dulzura de la reconquista,
de la ternura de esa mirada,
perdida en algún lugar
al que he de llegar..., algún día.

(03/09/97)