Huimos gratos reptando
hubo calor bajo las piedras y reímos hasta consolarnos
de la escapada.

Más tarde te hallé de nuevo
juntando raíces para reconocerte.
Descubrí junto a ti
cáscaras de frutas de otros parajes
amontonadas
dispares
que finalmente dejaste intactas,
pero no lo supe.

Me sumí más tarde en una feroz melancolía
más feroz que nosotros dos juntos
y luego de hallarte habiéndote buscado
no creí en nada
y me hice al exilio:
de tu nombre, tus aromas y todo lo íntimo.
Y las raíces se torcieron un poco más al fondo
Como a la siga de una cavidad oculta donde atrofiarse
Un poco más.


Y un día fue el retorno
A sabiendas de toda esa naturaleza amputada,
a propósito de ella.
Nos reconocimos de pronto
Casi instantáneamente.
Y descendimos en un abrir y cerrar de ojos
Hasta la antigua caverna mal iluminada.
Parpadeamos confusos
y las lombrices se encargaron de limpiarnos de excrementos
esos de antaño.

Otra vez no hice caso de todo lo que dijeron.
Así pude naufragar hasta el estómago del mundo
Y vomitar toda mi nostalgia,
entre tus miedos
tan bien digeridos en ese entonces.
Es más
Volví desde un texto en mi lápida
sólo para resucitarte
y hablarte en el lenguaje
de los que alguna vez lo perdieron todo.
Para que al fin pasáramos por alto
todos nuestros extravíos
por desgracia nunca mutuos.

Así estamos ahora,
sabios de dolores
Y perpendiculares a todo.
Asumiendo nuevas poses
Para enfrentar ahora
Las guerrillas encarnizadas que levantamos
Con estandartes sagrados
Comparables a la búsqueda del santo grial y todavía más.
Me da risa
Ahora se trata esto de una mutua belicosidad...

¿Será posible entonces perder el peso del mármol inscrito
que quedó alojado en nuestra piedra?
Para ser blandamente
Lo que somos a veces
Cuando flotamos adheridos e hirvientes
Exudando vapores
a las tres de la tarde
-La hora que me gusta-.