El sol se asomaba por mi ventana,
Cuando el reloj marcaba la mitad de las 12.00 del medio día.
Mis ojos despertaban lentamente,
Aturdidos y abrumados por un sueño fracasado.
Envuelta entre la muerte y la vida, entre la imaginación y la realidad;
Me veía caminando entre el olvido…
Aquel olvido del ayer.
Mis oídos despertaban sútilmente y enojados también…
Escuchaban los susurros, aquellas palabras que con el tiempo se perdían
Y en segundos de nuevo renacían.
Mi rostro anhelaba calor y parecía tan frío como un hielo.
Mi boca necesitaba amor y parecía tan solitaria como un mar.
El corazón lentamente palpitaba y sentía grandes extraños deseos de despido.
Sentía necesidad de hablar como nunca. Como si tal vez fuera su última presencia en este mundo. Su último momento. Su último palpitar.
Los labios eran tocados por mi lengua, aquella lengua que los mojaba y los lubricaba.
Aquellos labios que sufrían y se sentían secos como aquel desierto,
Solo y rechazado, como la misma vida mía.
Mi mente, en medio de tanta dureza, violencia y experiencia,
Caminaba ansiosamente entre la vida; entre las calles del pasado y los recuerdos… Y también, entre el futuro y los sueños.
Eran mis piernas, las que se quedaban paralizadas sin dejar ver algún signo vital. Eran ellas, las que dormían plácidamente y sin entender,
No me dejaban avanzar.
…y mis brazos, estáticos y dormidos o tal vez muertos ya; se encontraban paralelos y sin fuerzas para mirar mas allá de la existencia; se quedaban quietos y apagados, como la luz del sol que se apaga en la tarde…
y se esconde y me abandona.
Era mi cuerpo…era la vida y el tiempo, venciéndome en el trayecto y en el sueño.
Era la vida y el tiempo, ganándole a mi cuerpo…
Era yo…contra el mundo, contra el universo.
Desperté al fin, luego de tener cegados los ojos y muerto el cuerpo.
Desperté al fin, luego de bañarme en lágrimas y sonreírle al mundo.
Desperté…muy lentamente, pero desperté al fin.
Después de haberme perdido en el túnel. En el hueco…en el encierro y la soledad.
Ahora mi cuerpo se encontraba concentrado en vivir nuevamente.
Se encontraba odiando la tristeza, la amargura y la muerte.
Ahora, quizás había renacido una nueva esperanza y de repente, había pisado con mis pies la tierra.
…
Ahora se movían mis piernas y mis brazos; y se abrían completamente los luceros de mis ojos para mirar y observar…Para pensar y detallar…
Para curar y no rendirse ni morirse jamás.
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