Comenzamos sin querer un camino oscuro y lóbrego… Sin pensar, sólo percibiendo; sintiéndonos… Nuestros pies hinchados y mal olientes continuaban su curso sin preguntar razones, siempre hacia delante. Nos movíamos fantasmagóricos llenos de luz y con nuestros ojos irritados e inmersos en un mar violeta, dulce y sutil A veces me volvía hacia ti para confirmar mí ensueño para saciarme de tu rostro y beber hasta embriagarme de tu respiración. Nos recorríamos sin rozarnos desnudándonos de espalda con los ojos cerrados y el corazón atento… La noche siguió su paseo y nos devolvió el amanecer de un grito… que no salió de nuestras gargantas. Madrugada de un viernes de noviembre, 2004 Entre Lebu y Concepción
Texto agregado el 29-11-2004, y leído por 332 visitantes. (7 votos)