Los ojos del cielo nos observan en el comienzo de nuestra existencia. Recorren con sus magnánimas pupilas el entorno que les rodea, dejando a un lado el inmenso poder de dios.
Ahuyentan a los perniciosos lobos que atenazan la seguridad del planeta. Se estiman y elogian, creen en sí mismos como los creadores del cielo y las nubes.
Tienen fe en sus acciones; nada les perjudica y todo les alienta.
Son firmes en el horizonte. Buscan el desasosiego del alma de cada mortal.
Vienen a ser los veladores terrestres del universo. Giran sus ojos y pueden ver el nacimiento de nuevas constelaciones. Son los hijos del universo; los padres del cielo; hermanos mortales de los seres vivos, que protegerán la tierra por los siglos de los siglos.