Ahí estaba en un ‘marco perfecto’, caminando sobre la arena mojada que se hundía como recordando mis pasos unos instantes. Mis huellas nostálgicas de compañía iban desapareciendo tras un ir y venir de espuma salada.
Así pasé tantos instantes contemplando aquel pasaje y paisaje de mi vida, al tiempo que me agachaba a recoger caracoles. De mil formas y colores; algunos intactos como recién abandonados, otros desgastados, maltratados por el paso del tiempo, por mil olas despiadadas e incluso en la ignorancia pisoteados por tantos pies que como los míos caminan a orillas del mar.
¡Qué manera de perderme en ese mundo de voces de coral! Con mi cuerpo apoyado en los talones, abrazando mis piernas, sintiendo el agua ir y venir bajo mis pies, entregada por completo a la naturaleza; aquel era mi refugio temporal.
Mis ojos no podían más que perderse en aquel cielo que se fundía con el agua, un reflejo sin duda maravilloso, omnipotente y a la vez cargado de simpleza, inocentemente cautivador. Las olas son también parte del espectáculo; suaves, violentas, transparentes, cargadas de espuma, imperceptibles, magnificentes... únicas e irrepetibles. Nacen y mueren a la velocidad del suspiro, mas su vida se cimienta en la de aquel mar en movimiento, en el sonido placentero que se desprende a su paso e incluso en el de aquellas olas valientes que cargadas de un ‘glamour’, propio de las olas, rompen en los acantilados extasiando los oídos con aquella melodía que fluctúa entre lo dulce y lo salvaje.
Una imagen perfecta tras aquel horizonte casi imperceptible; mas no podía más que cerrar los ojos para entregarme al viento que me roza por completo, me envuelve y me alborota en un sin fin de pelos, arena y telas ‘abambuladas’... En aquel revuelo el sol me acaricia, con una ternura y calidez incomparable, me eleva en mi quietud.
Así me he perdido tantas veces junto al mar, encantada por el canto de las olas, sumergida en espuma, acariciada por el sol, abrazada por el viento...
Y en ese sentir se cruza la soledad que me encuentra en compañía de lo abstracto. La soledad ha de ser un analista camuflado, un analista que se mete en tu cabeza como si fuera una ruedita de hamsters, y da vueltas y más vueltas, te hace pensar en demasía y te vacía al fin el alma por completo; te vulnera aún cuando todo parece estar alentando tus fuerzas.
¿Quién ha de acariciarme con la dulzura del sol? ¿ quién me abrazará con el poder del viento? ¿quién cautivará mis oídos como las olas? ¿ quién encantará mis ojos como el mar?
La soledad siempre me llevó a buscar la felicidad en las pequeñas cosas de la vida; una felicidad ficticia que sonreía con los ojos empapados en pena. Pena de un amor incondicional a todo y a todos que sentía la angustia de dar en soledad.
Hoy mi mente me regresa a aquel mar y aunque en la arena sólo estén mis huellas, sé que ya no estoy sola. Me entrego a vos, a tus ojos, tu sonrisa, a tus besos, tus abrazos... Me entrego a un vos que amo en cuerpo y alma; y hoy sé que siempre fue así, que siempre estuviste acariciándome con el sol, abrazándome con el viento, hoy sé que siempre te estuve anhelando...
Acá estamos amor, amándonos en lo espiritual y lo tangible. Felices en nuestro hallazgo perfecto; deseosos de continuar hacia lo eterno. ¡Ay amor! ¡incluso amarte me parece poco!.
Gracias mi ángel, porque mi vida es hermosa. Gracias amor, porque mi vida sos vos...
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