¿Por qué?

Ante esta tumba, sólo puedo hacerme esa pregunta... ¿Por qué?... Hay tantos porqués que preguntarse, que ya es estúpido cuestionarse tantas cosas... Lo que pasó, pasado está, no se puede cambiar...

Ahora intento rememorar aquellos bellos momentos, que sentí al estar cerca de ti:
Aquellas frías tardes de invierno, viendo los bellos campos nevados, mientras te decía: “Este es mi regalo de Navidad.”; aquellas calurosas mañanas de junio, en las que, cansados, nos tumbábamos en el césped y mirábamos las nubes; aquellas bellas noches estivales en las que mirábamos tranquilos las estrellas y la luna que nos vigilaban para que no hiciéramos nada malo, y yo te decía: “Felicidades, mi niña.”

Ahora una pequeña e insignificante lágrima recorre mi rostro... Una miserable lágrima que no expresa ni la décima parte de mi dolor... Antes de que me vaya, me pregunto una cosa:

¿Hará mi muerte que te olvides de mí y de lo que vivimos juntos?

“Adiós, chère, que te vaya bien.”