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En la península de Larg existió un Rey llamado Juclu, más conocido como “El Rey Juclu”, era calvo, un poco obeso y con una barba bien cuidada. Juclu tenía un secreto: su habilidad, destreza o maestría peculiar de poder despegar su alma del cuerpo con solo beber una copa de vino (una copa de cristal con bordes de oro blanco). Mientras su alma deambulaba por las calles de Larg, el cuerpo quedaba tendido y frío en la cama como si estuviera en coma. La reina Azucena, esposa del Rey Juclu, creía que solo se trataba de un sueño más que profundo y no era de preocuparse ya que respiraba bien y al otro día despertaba como si nada hubiese pasado.
Cuando su cuerpo sentía la necesidad de orinar, el alma del rey volvía de prisa al cuerpo estático y despertaba para deshacerse de los molestos líquidos en su vejiga. En caso de que llegase a orinar antes de que el alma volviera a entrar en el cuerpo, quedaría en esa especie de coma para toda la vida, el alma por un lado y el cuerpo por el otro, totalmente inmóvil.
El Rey, muy pervertido, salía de su cuerpo todas las noches para poder espiar a las jovencitas mientras se cambiaban, se bañaban o en apasionados momentos. El alma podía traspasar objetos, muros y hasta tenía la virtud de no poder ser visto por nadie. Esto a él le fascinaba.
Azucena, una mañana, despertó preocupada o más bien triste porque anhelaba las caricias y afecciones que el Rey solía valerle en las noches de recién casado. Ese mismo día por la tarde se dirigió discretamente a los montes a buscar yerbas afrodisíacas y energizantes para hacer una infusión y darle de beber al Rey con el fin de que vuelva a ser como lo era antes y poder tener lo que la reina más deseaba: su primer hijo.
A escondidas, por la noche ella preparó la infusión y la mezcló con el vino, en la misma copa de la que el rey bebía todas las noches. Juclu, bebió hasta la última gota y, a pesar de que haya sentido un gusto extraño, él se acostó en la cama boca arriba como siempre y listo para el ritual. Su alma dejó el cuerpo tendido en la cama y salió en busca de diversión y espió a las muchachas que creían tener intimidades. Visitó varias casas y sus respectivas alcobas pero era muy temprano para volver al castillo y tampoco su cuerpo pedía del alma para orinar. Juclu siguió su recorrido hasta que se comenzó a sentir extraño, preocupado volvió al castillo, subió a su alcoba y allí estaba su cuerpo pálido y frío, tendido en la cama con vómito en todo su rostro. La reina azucena, trató de revivir a su marido y él intentó mil veces en volver al cuerpo pero ya era tarde, la infusión había provocado efectos nocivos en el estómago del rey e hizo que vomitara y se ahogara con su propio vómito. Al vomitar había despedido el vino junto con la infusión y ya tenía imposibilitado el retorno del alma al cuerpo.
Su alma quedó a la deriva como un fantasma. La reina Azucena dejó el trono a cargo de un sobrino filósofo y administrador, mientras ella decidió hacer una vida de esquimal en el Polo Sur donde no hay reyes ni yerbas.

Texto agregado el 28-11-2004, y leído por 222 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
03-02-2005 jejejeje! Me reí, me pareció un cuento muy entretendio, de verdad. Te dejo mis estrellas y aplausos nayru
07-12-2004 la verdad juancito sos groso.. sabelo (imaginame vestido de don johnson). un placer leer tu cuento y las reflexiones (las poesias no las entiendo, pero no a las tuyas, aninguna). gugote
 
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