No tengo porque ponerme nervioso, no hay nada que ocultar. Fue un accidente. Él está muerto, pero fue un accidente. Marta dirá que ella no sabe nada sobre mi alergia. Claro que fue un accidente. Y he contado toda la verdad; bueno mejor dicho todo lo que he contado es verdad. Tengo que tranquilizarme antes de que vuelvan. Hay cosas que no he contado, pero porque eran intranscendentes y además creo que el comisario no las entendería. No, seguro que no las entendería. Como iba a entender que todas las mañanas abro la ventana para mirar el color de ese cuadrito de cielo entre las dos antenas de las casas vecinas y que así elijo mi corbata. No lo entendería. Pero en eso no hay nada malo. El comisario se burlaría diciendo que si en ese pedazo de cielo está escrito el color de tu corbata. Además uno no necesita cuartada para abrir la ventana del salón de su casa. Abrí la ventana porque me dio la gana. Eso diré. La culpa es de Marta ella sabe que soy alérgico a los geranios, bueno alérgico no, pero no me gustan. Ahí si se enfadó el comisario. No debí decir alérgico, no, simplemente que no me gustan. Debí decir que odio los geranios. Nadie puede comprobar si es verdad que odias algo. Eso diré. Diré que odio los geranios y que por eso estaban fuera, por eso estaban en la repisa de la ventana. Abrí la ventana porque me dio la gana y los geranios que estaban ahí porque soy alérgico, perdón, porque odio los geranios, fueron al suelo. Eso diré. ¿Le regalan siempre cosas que odia? –me dirá. Yo no sé porque me regaló Marta aquella maceta. No, no lo sé. Eso tendrán que preguntárselo a ella. Mejor no. Mejor que a ella no le pregunten nada. Puede que reconozca que me regaló los geranios a sabiendas de que los odio, pero puede también que pierda los nervios al reconocer el cadáver de su amante.