Sé muy poco de ajedrez, como es obvio, antes sabía menos...
Como no me gusta quedar fuera de nada y soy muy inquieto, le pedí a mi amigo Horacio que me enseñara a jugarlo. No es cuestión de andar por las reuniones de amigos siendo el único que desconocía tal divertimento...
Intenté aprender, pero es un juego de inteligencia y concentración, y carezco de ambas. Horacio se esforzó realmente por ayudarme. Intentó enseñarme con gran tenacidad, pues él, además de excelente jugador, es un verdadero fanático... Contagiado por su entusiasmo, probé sin suerte adquirir una modesta habilidad.
Como resultante de tales clases, sólo saqué en limpio, datos que él me transmitió: que es un juego milenario, que fueron los árabes quienes lo difundieron, que se solía jugar en enormes tableros donde personas hacían las veces de piezas vivientes... Aún hoy se juega en algunos lugares, simbólicas partidas con personas cumpliendo los roles de piezas de ajedrez.
Catalogado de "juego-ciencia", siempre fue muy importante: En la antigüedad era un juego de reyes, y en tiempos más recientes, sirvió a las superpotencias, durante la guerra fría, como un campo más de batalla... Por esa época, llegaron al ajedrez las computadoras, que en 1997 derrotaron por primera vez a un campeón mundial humano. Hasta donde sé, ese modelo de computadora se utilizó para pronósticos meteorológicos, controles de reserva de pasajes aéreos, y hasta simulaciones de pruebas atómicas.
Llegó hasta tal punto el fanatismo pedagógico de Horacio que, por no decepcionarlo, me obsesioné y llegué a soñar con el ajedrez...
Soñé una partida con dos jugadores de rostro vagamente conocido, en un lugar muy parecido al garage donde intenté aprender sus misterios. En los sueños, es extraño cómo uno capta detalles que jamás vería durante la vigilia: noté por las ropas y los olores de los contrincantes que el que estaba frente a mí era un árabe y que el que me daba la espalda trajeada, olía a perfume caro y a borrachera...
Con las certezas que da un sueño vívido, supe que era el match por el título mundial.
Qué curioso, no veía yo el tablero, pero las piezas de a momentos parecían de tamaño humano. Y a un costado del tablero de 64 escaques que la espalda de uno de ellos me negaba divisaba incontables y diminutos peones tirados, un alfil, un caballo y un par de torres. Había algo extraño en todo eso, no llegué a distinguir qué.
Entonces el saudita dijo algo a su contrincante y yo desperté.
Esta mañana, leyendo el diario, terminé de ver el tablero de mi sueño...
Qué cosa rara, se lo conté a Horacio, y le dije que ambos jugadores movían piezas del mismo color...
_Entonces no era ajedrez_ me contestó _ de ahí la extrañeza que sentiste... ¡tu sueño te engañó!_
Exactamente en ese momento, recordé la frase que dijera aquél que viera yo de frente en mi pesadilla, pues eso era, y reí...
Reí de nervios, de miedo, de impotencia... Mirando el diario en mi mano...
_Your turn, George _dijo.
Natdul, Diciembre 3, 2001
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