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Gorrioncillo pecho amarillo
Luis Germinal
Lo vi caído al costado de la ruta, poco más allá de la banquina.
Trastabillaba en sus cortos pasos. Su pico sediento daba diminutas bocanadas en lucha
por sostener algo más de vida.
Lucha perdida ante la artera honda, que disparara el proyectil que se incrustó en su
pequeño corazón de gorrión. Él, que soñaba en ser alondra y surcar otros cielos;
con una alita quebrada por la pequeña piedra que luego perforó su corazón.
Ni siquiera terminaría su vida de gorrión. Pensé en las cantidades de pequeñas piedras,
que unos a otros nos arrojamos en la vida y nos van matando el alma.
La nefasta mano y no honda, ella, era es eso, una simple honda, ni buena ni mala.
Solo distingue al que la usa y en que la aplica.
Lo cierto que el pajarillo agonizaba, llevando como lastre sus sueños no realizados.
Y relacione a es gorrioncito pecho amarillo, con el niño que vilmente fue arrojado
sobre la banquina, en una de las rutas de mi tierra.
Me pregunte, quizás el niño hubiera disparado su onda a otro pajarillo como el que
yo veía agonizar.
¡Justo destino!
¿Pero qué digo? Con esto justifico la ley que quita vida a quien la quito.
Y ¿quién responde por el violador?
¿Qué lo llevo a lo que era, un pervertido que se aprovechaba del más débil?
Nadie respondería a esto. Salvo el pedir la cabeza del infortunado, como si con esto
se solucionaría todo.
UNA VEZ APRESADO EL VIOLADOR PASA A SER EL DÉBIL.
Y las apetencias de la sociedad calmada, y ella abanderada en la justicia, calmará
su sed de venganza.
Aunque se del justo reclamo de muchos, otros se suman solo por su sed de sangre.
Y hasta algunos comercian con la sangre de su hijo asesinado.
Solo atiné poner al gorrioncillo pecho amarillo en un blanco pañuelo y lo deposité
en el asiento delantero del acompañante de mi coche.
Lo llevaría a una veterinaria cercana, para ver si se le podía salvar la vida.
Llegue a mi empresa y me encerré. No sin antes decirle a mi secretaria que no estaría
para nadie. Acongojado lloré.
Sí. Llorando como ese niño al ser violado... Pensaba en mis hijos.
Mañana. ¡Ah! ¡El mañana!... Sabiendo el resultado del pajarillo tomaría la decisión.
Pero, ya sabía lo que haría .
Viviera o muriera, me entregaría a la justicia.
Debía pagar y descargar mi dolor para poder reconciliarme con mi pasado.
No importaba lo que pensara la gente aplicando la ley.
Debía hacerme cargo por haber violado al niño y que arrojé en la banquina de
una ruta de mi tierra.
Y recordé la frase de un amigo que escribiera en su libro creado en el encierro de la
cárcel, ante su único y fallido robo.
La dedicatoria con su foto en la que incluía la frase:

“ME TIRARON TANTAS PIEDRAS QUE ME VOLVÍ ESTATUA” (*)
Él encontró el equilibrio en esa frase.
¿Yo? Yo, no se.
Todos nos pasamos la vida arrojando piedras.
FIN

(*) Frase real, de un amigo del autor de este cuento que pagó con muchos
años, su error. Con la condena de años que se le aplica a un asesino, cuando él tuvo
solo un fallido robo a un pagador, que salía de un banco con cierta cantidad de dinero,
que retirara momentos antes.

Texto agregado el 27-11-2004, y leído por 460 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
19-01-2005 Simplemente MAGISTRAL sharia
 
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