Solo cocinaba la furia de su yo interior, necesitaba la pasión de sus plantas, la de su propio techo, la de sus objetos preferidos, que sin duda eran aquellos que siempre pasaba por alto cuando el dinero suponía algo mejor.
No vivía con nadie ni de nadie, él se autodefinía un peatón de plástico que decoraba las calles con su changuito lleno de porquerías...si, eso pensaba él.
Caminaba de la mano con el hambre, se amaban.
Era una sociedad secreta que no se parecía ni al ayuno, era peor, no tenía ni lo mínimo.
No era un hermitaño, pues no vivía en las altas cumbres y deseaba que la gente platique con él.
No era un asceta porque no profetizaba nada, de modo que cuando rezaba, se lo hacía al que pasaba frente a él.
Cuando caminaba solo, con su pierna coja arrastrada desde chico lo hacía para demostrar que poodía hacerlo, porque siempre supo que podía hablar consigo mismo, y no le faltó nada intangible.
Solo quería demostrar que tenía talento para caminar...solo.