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Tienes las manos de escarcha. Cuando me tocas el frío se instala en mi piel, me traspasa hasta el hueso. Pero si no me tocas me muero. Me pregunto porqué esa necesidad de estar contigo. Tú nunca me has amado demasiado, ni con locura ni siquiera con rutina. Llegas a mí en la noche, como un ladrón de sueños y me pides mi cuerpo. Un minuto de eternidad y hasta tus manos se derriten. Te doy mi cuerpo, mi aliento, cada centímetro de piel y sudor. Y cuando te entrego el alma, tú te levantas y huyes.

Pienso todo esto rumbo a mi nuevo hogar. El tren avanza rápido y silencioso. A mi lado hay sentada una mujer mayor. Está dormida, parece cansada pero satisfecha de algo. Quizás de su vida, o de una buena comida que acaba de degustar. O simplemente puede que sueñe con años mejores, en los que era joven y bonita y alguien amado la abrazaba por la cintura.
Si miro por la ventana veo deslizarse el paisaje y yo con él me vierto en recuerdos que me alejan de la sencilla satisfacción de un buen sueño como el de mi compañera de viaje.
No puedo dormir. Hace siglos que no duermo como Dios manda. Sólo me logro zambullir en el mar de Morfeo cuando tomo las adoradas pastillitas recetadas por el médico. Si cierro los ojos mi mente se vuelve loca de placer porque parece esperar que baje la guardia para atacarme con todos los malditos recuerdos. Pero ¿qué recuerdos? A veces tengo la extraña sensación de haberlos simplemente soñado cuando aún podía dormir de forma natural. No, no puedo engañarme. Por desgracia los recuerdos son reales, y sacuden mi corazón como los traqueteos de este tren.
Te conocí un día cualquiera. Eso no importa demasiado. La verdad, cuando te vi la primera vez y charlé contigo pensé que eras un tipo más bien prescindible, sin nada que contar. ¡Cómo engañan las apariencias! Quién me iba a decir a mí que aquel hombre joven, callado y distante iba a cambiar mi mundo con sólo un gesto. El amigo de un amigo. Gran carta de presentación. Luego, al hablar, pues eso, que me confirmaste las primeras sospechas. Me lo dijeron tus escasa palabras, algunos titubeos y lo más delator fue tu falta de interés por nada de lo que estaba sucediendo en aquella fiesta. No bailabas, no reías las gracias, no bebías y apenas decías nada. Allí estabas como un monumento al hombre lejano. Pero de repente me sonreíste, justo cuando me iba a marchar rumbo a zonas más cálidas. Me sonreíste con tanta dulzura que me hiciste dudar, ¿acaso nos conocíamos ya y yo no te había reconocido? También pensé que te burlabas por algo que había dicho. Opté por la salida más airada y airosa. Me encaré. ¿Por qué te sonríes? Te increpé furiosa, ya que tu sonrisa no sólo no había desaparecido sino que empezó a hacerme un daño brutal e insólito. Me pregunto tantas veces por el motivo que realmente me retuvo allí a tu lado, cuando todos se habían ido a hacer cosas mejores. Quizás estaba esperando esa señal, esa sonrisa delatora. De repente me he acordado de ti, dijiste con una voz grave que me desconcertó. Y empezaste a hablar de cuando éramos niños y jugábamos a contar estrellas en el pueblo de la costa donde veraneábamos. Se me abrió el cielo del conocimiento. Eras tú, mi dulce amigo de la infancia, mi primer y tímido amor. Pero, ¿cómo no te había reconocido? Sonreí como una tonta, alelada por los brumosos recuerdos. Pedí disculpas sin saber muy bien porque me disculpaba. Entonces la conversación cambió. Todo cambió porque empezamos a hablar de cosas reales y ambos nos centramos uno en las palabras de la otra y viceversa.

La mujer se acaba de desvelar. Paladea sonoramente mientras se arregla las ropas y parpadea incómoda por el exceso de luz que entra por la ventana. Me pide con un gesto simpático que corra un poco la cortinilla. Y sin más se vuelve a zambullir en sus sueños. La miro y no puedo evitar sonreír con ternura, me recuerda a mi abuela. Es grato pensar en ella, me aleja por un momento de ti, de toda tu oscuridad. Ella era tan cariñosa y compresiva conmigo... Ahora duerme el sueño de los justos. Y sin duda me ve, me protege porque la siento de una forma muy peculiar cerca de mi a pesar del tiempo que hace que ya no está entre nosotros.
Mi mente es tan traicionera, ahora que me había adormilado un poco pensando en mi querida abuela, vuelve al ataque con tu imagen.

Texto agregado el 26-06-2003, y leído por 588 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
13-05-2017 "Cosas reales", existen??? Un abrazo. FerdiCartago
07-07-2003 Lamento no haberla encontrado antes... a pesar de lo tierno y removido que se siente uno al leerlo mi adjetivo es... cojonudo freestyle
27-06-2003 Una sucesión de sueños plasmadas en tu escrito. Precioso y diferente a cuanto te he leido. Me gusto mucho!! williemay
27-06-2003 Un estupendo cuento, maravilloso, intenso, "densedenso", parafraseando a Molotov. Sugerencia: cerrarlo. En mi opinión falta una sola línea, algo que me lleve al inicio. Porque abre el cuento en forma por demás excelsa, sugiero una línea que lo recuerde al final. Ideas sueltas, solamente, derivadas de la lectura de tan importante material. Un abrazo, danielnavarro
26-06-2003 Es como mucho y es como poco, necesito algo más breve, mucho más breve; no ... no ... necesito algo mas extenso, mucho mas extenso, oh!!! no se quizas esto sea terfecto por eso necesito algo distinto, bueno en realidad no lo se pero me encantó. PoetaSuburbano
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