En el café, dos cuerpos se acercan al mostrador al mismo tiempo. Él -por caballerosidad- cede el turno a ella, y en el intento por apartarse, sus ojos se encuentran y la mira...
"La historia es así: después de hoy, nos miramos un par de meses, cruzándonos cada día en los pasillos. Eventualmente, me acerco, pregunto tu nombre. Esa tarde hablamos como nunca nadie habló, florece la magia cuando nos llenamos de silencios, te invito a salir. Y salimos.
Después de algunas citas -en la plaza, a las 3, en la entrada, a la 1, en el cine, a las 5, en tu casa, a las 10- te beso y me besas en respuesta. Comenzamos una relación bonita, nos besamos a escondidas , discutimos, nos fugamos de clases, nos reconciliamos, me clavo en tu vida -y en cada uno de tus poros-, te entierras en mi alma - y en cada uno de mis días-.
Pasan los meses y esta vez la pelea es horrible. Acordamos que tal vez "estar juntos no es lo correcto" y decidimos separarnos por un tiempo. Tú lloras, yo lloro. Te devuelvo en una caja todos tus besos y tus cuidados; tú amontonas en una maleta las rosas y los abrazos.
Así, sufrimos, terminamos y luego... sufrimos un poco más. Con el tiempo dejamos de llorar, tú sigues con tu vida y yo sigo con la mía y de vez en cuando en alguna fiesta nos encontramos y nos miramos, en silencio, y nos alejamos."
...Le guiña el ojo, en señal de complicidad; ella le devuelve la mirada, y le sonríe.
Así que después de esa tarde, se siguieron cruzando por un par de meses, mirándose en los pasillos hasta que eventualmente, un día, él le preguntó su nombre... |