Por algo se empieza
Por ese algo que atraviesa la membrana inerte y ya eres cómplice del tiempo único testigo de todo. Pesado hierro forjado en la conciencia. Solo en la delicia del después se puede saber que no y solo no se sabe más si estas con la mentira.
Desconcierta al desconcierto, evade la mirada de tu dulce amor y mueve tu pulgar hacia algún piadoso destino. Salid de ti, jaula imagen y semejanza. Prueba de la cobardía el ardor mortal que ciega y asfixia y despide a la culpa, fiel adversaria...
Así comenzó el discurso de “2302”, un grandote desertor de la línea de seguridad magnética del fuerte Urban-Pro, surgido después del impacto global de la epidemia North-Quit que acosó y arrasó toda ideología verde del bao humano.
Encontrar el espacio para ser, era una constante en la lucha de las periferias del fuerte Urban-Pro. Nadie moriría sin avisar, de lo contrario sería resucitado y castigado tantas veces fuera necesario. “2302” se encargaba de la zona densa y joven donde se practicaba la caza del camaleón dentado, curioso alentador de juegos ambiguos y movía sensores en bloques de imanes naturales contrarrestando así la sísmica del desconcierto.
Dicen que lo mordió un camaleón un día feriado para el transito sobre el puente que unía ambas márgenes de un río quieto y obscuro. Un descuido en el suspiro y se vio las manos llenas de sueños propios y ajenos. –Yo no debo soñar, pues soy un imán y provoco desconcierto!- y se desvaneció cayendo sobre el as de luz que dibujaba el puente, destruyendo a este en dos, quebrando a este en su parte más alta, cayendo parte del transito al río. Tubo que huir sosteniendo aún en sus manos algunos sueños livianos de las mariposas que adornaban la pantalla del ocaso de aquel inesperado día.
-Todo lo demás no cuenta, eres nuestro imán sabedor de puentes- decía Furia, la conductora de estáticas atmosféricas, también desertora del fuerte Urban-Pro, quien sufrió mucho acoso de parte de la organización de producción y desarrollo estático. La OPDE, quienes fundieron las bisagras de las mandíbulas férreas del colector mecánico para provocar lo inevitable y solo quedó el polvo de los desiertos estratégicos de la mala intensión. La culpable resultaría ser Furia por no controlar su genio. Logró huir el día feriado justo cuando el puente de la zona densa se quebró en su parte más alta y cayó al vacío amortiguando el golpe sobre un colchón de alas de sueños que provenían del loco agitar de manos de un imán vigilador.
El curso del río cambió, ese fue el desconcierto número 28 después de la sequía que provocó Furia cuando aún controlaba las mareas de las persianas polares. Las autoridades del fuerte Urban-Pro organizaron un aplauso para el hipnótico movimiento del río, sin interés real sobre los “porque” de su contenido.
Un juego ambiguo remontó 123 barriletes sin hilo y los aplausos ensordecieron el relato del nieto de la OPDE –Que vergüenza- dijo y fue lo único que se escuchó. Después se construyó un dique para controlar el fluir de este acontecimiento y nadie se asombró.
Nunca pudieron saber quienes remontaron esas ilusiones insubordinadas y felizmente desleales a sus contenedores y contenedoras. Solo se supo que en el fuerte la lectura se redujo a 15 minutos diarios y fue controlado el acato en forma vertical usando la ley de gravedad, ley para niños de la madre cordura.
“2302” estuvo disperso y ambiguo, camuflado y jugando con contrastes de versiones de vértigo emocional, tratando de no atraer ningún conflicto ajeno, demasiado espacio le llenaba el propio. Mantener su circunstancia lo desgastó y fue entonces que buscó renacer y no resucitar, como lo hacían en el fuerte Urban-Pro. Orientó su capacidad magnética hacia un punto bien distante llamado “mi frontera” , un lugar donde según decían los desertores, se rompe el silencio con el crujir de una sonrisa.
- Papá!, ¿Cuantos infinitos hay? Preguntó Ico.
- No sé, pregúntale a mamá- respondió sonriendo “2302” –Ella seguro sabe si la furia es infinita -.