Un pasito detras de otro, así me enseñaron cuando era pequeño. Pero hoy no puedo, los pies no me obedecen y parece que la razón es que soy feliz. Cada tres baldosas del paseo estoy a punto de caer. Mi boca y ojos sonríen a todos los que veo por la calle. No les conozco, pero me importa poco, porque soy feliz. Me duelen las mejillas de mantenr esta posición, parezco un payaso con estos andares y cara de imbécil, de inconsciente.
"Debe estar loco" piensa esa vieja que me he cruzado y me mira como despreciándome. Otra amargada. O a lo mejor piensa que estay drogado. Claro, joven, a las diez de la mañana, paseando con cara de idiota y tropezando cada dos metros.
Ellos no me entienden, pero lo que quiero no es restregarles mi alegría por sus caras grises tristes planas y aburridas.
Quiero que todos se sientan como yo, que miren a las madres con sus bebés, a los perros que se revuelcan en la hierba, a los chavales en bicicleta a las hormigas sobre un trozo de fruta en el suelo del parque, a los chavales de instituto que se van a la playa, al que aprueba su exámen, a los que se besan por primera vez, a los que vuelven a casa como el turron por navidad, al que se tira a la piscina en bomba y todo le importa un carajo y a los pies que van en chanclas o descalzos por fin y que piensen
YO
TAMBIÉN
SOY
FELIZ.
Sonrían a los demás. Es gratis. |