Así que el silencio nos ha presentado, nos ha mostrado las arras de las palabras malditas y de las pericias antiguas. Imagino tu rostro ahora mismo; hundido entre esos suaves lienzos que se tragan tu congoja cuando duermes, esos paños que quisiera fueran mi piel y así beber tus lágrimas que en silencio, en sueño, derramas desde las lesiones de tu sombra que perpetua se ha petrificado en la silueta de tu aliento.

Sinestesia es un momento perdido en el lamento de esas palabras jamás pronunciadas, esa palabras que no hay certeza de su existencia ni de su inexistencia en el plano sideral que tus manos desean alcanzar pero no traman en papel de arroz, en tinta de pasión.

Hay fuego y corrosión en las intenciones, pausas en las risiones y en las acentuaciones de la muerte que se presenta como una vereda de caras muertas que no cuentan con un rostro pero con una mueca de intrínseco placer sarcástico que no atraviesa.

Mira la luna y calla, llora y grita; hazlo aunque sea en silencio y amenamente para mis oídos que sedientos esperan tus palabras que corten mis muñecas, que imploren en mi vientre, la luna esta en asenso y sabes que yo lloraré por los dos.