Acabo de leer una noticia y decido hacerme eco (los hubo que se hicieron aire y vendieron discos como churros). Y empiezo a rebotar en silencio (pues estoy solo, soy un eco mudo).

Entra en escena un cuarentón (pelo cano y bufanda, con "El Mundo" bajo el brazo) y me ve haciendo el tonto en silencio. Deseando que diga algo, para probar la efectividad de mi resonancia, caracoleo en torno a él. Un tanto molesto me mira, tuerce el gesto, llevándose la mano a la boca, y ahoga un estornudo que yo recojo y amplifico. He conseguido que su sonido se extienda por casi todo el edificio (incluso algunos habitantes han comenzado a sentir síntomas de resfriado). Llevo poco en ésto, pero me siento satisfecho (he hecho bien mis deberes).

El cuarentón, con el mismo gesto torcido: "Un momento, exijo que detenga inmediatamente este estúpido experimento". Sorprendido, no repito sus palabras y le contesto (o le pregunto) que por qué.

"No estoy dispuesto a coprotagonizar con usted semejante farsa. Hoy no estoy para supuestos surrealistas, basados en símbolos cogidos por los pelos para expresar bromas privadas de alguien un viernes lluvioso". Dice, casi sin comas.
"No veo que tenga usted otra cosa mejor que hacer...", respondo.
"Mi ociosidad no le autoriza a usted a nada, caballero" y se atusa el bigote (que acabo de crear para él) ."Debería haberme consultado ¿no cree?"
"¿Yo?, mire yo lo único que he hecho es hacerme eco, yo no le he metido en escena. Además, ¿no se da cuenta de que, el hecho de que un personaje sea consciente de su condición de coprotagonista obligado en un relato, es menos interesante que una situación en la que una persona conversa con un eco?".
"quizás, si usted solo busca una formula supuestamente innovadora. Porque, veamos, ¿qué pretende usted transmitir?"
"¿Transmitir?, soy un eco, debería ser usted el que se lo planteara ¿no cree?"
"Si solo es un eco, creo que se toma usted muy poco en serio su trabajo. Solo ha repetido un estornudo, que yo he luchado por ahogar, nada más entrar en escena"
"¡Ha sido usted quien ha detenido el experimento! yo quería repetir y repetir lo que dijera. Le dan a usted la oportunidad de hablar y decide parar y discutir conmigo..."

El cuarentón se duele del castigo y se cruza de brazos. Se cambia "El Mundo" de sobaco y se marcha por donde ha venido, dejando tras de sí un sonoro portazo.

Y lo repito. Repito, repito...