-Chinito Chau Hui plepalal buena comida, pical, pical, pical todo, así bien chiquitito con mi cuchilla bien afilada, buena talde señol, buena talde señola, ¿Aloz chaufán, aloz con celdo, aloz con pollo, aloz con calne, asiento pol favol. ¿Está listo el Wantang? Son mil dociento peso.
Todos los días exactamente la misma rutina. El chinito Chau Hui, su esposa Wan Sui o algo parecido y su hijo Tao Lu, cada uno en sus respectivos puestos, cocinando, preparando los pedidos, atendiendo el teléfono y saludando con su tonito enrevesado e impersonal a la nutrida clientela que acude cada día a saborear las delicias orientales. Es un verdadero espectáculo ver a Chau Hui ejecutar sus rápidas maromas con ese afiladísimo cuchillo y contener la respiración cada vez que la hoja pasa rozando los blancos y ágiles dedos del cocinero. Si el chino cobrase por ese acto, incrementaría rápidamente su cuenta bancaria, puesto que no existe absolutamente nadie que no detenga su mirada aunque sea por algunos escasos segundos en ese osado y casi circense número.
-Alollado de plimavela, lico, está lico, alollado de maliscos, está pala chupalse los bigotes.
Algunos corren la voz que el chino echa a la olla todo aquello que se mueve en cuatro patas, que los perros y gatos del vecindario se santiguan cuando lo ven acercarse con sus ojillos maléficos y que los ratones han puesto sus patas en polvorosa ante el peligro inminente de la extinción. Son leyendas seguramente y los mismos que las propalan, se encargan de desmentirlas al ser consumidores asiduos del restauran.
Pero una tarde cae el descrédito como cosa punzante sobre la honorabilidad del chino. Un reclamo de uno de sus antiguos clientes que aduce haber encontrado entre el sabroso picadillo algo sospechosamente parecido a un trozo de dedo humano. Se produce un tremendo escándalo, aparecen los reporteros de los diarios, de las radios y de los noticiarios de TV, comienza una exhaustiva investigación y a los pocos días se dictamina que efectivamente aquel trozo de carne pertenece a una pequeña porción del índice de algún cristiano. Declaraciones van y vienen, el local es clausurado y el enigma se cierne sobre el origen de ese misterioso dedo.
Pasan varios meses y el chino tiene que dedicarse a vender pequeños artículos en las ferias libres para poder subsistir junto a su familia. Añora su negocio y su mente oriental no está capacitada para entender algunos asuntos tan terroríficos como ese trozo de cartílago humano que pareciese apuntarle desde el límite de las creencias religiosas, como acusándolo de algo que el no cometió.
El asunto se aclara a los pocos meses. La policía ha descubierto la identidad del dueño del dedo. Pertenece a un matarife que sufrió un terrible accidente en una trozadora, perdiendo parte de su mano. El dedo en cuestión se mezcló con la carne que estaba lista para ser despachada y nadie se dio cuenta de ese macabro detalle. Por supuesto que el restauran del chino recupera su licencia y una vez más abre sus puertas al público.
-Chinito Chau Hui plepalal buena comida, pical, pical, pical todo, así bien chiquitito con mi cuchilla bien afilada, buena talde señol, buena talde señola, ¿Aloz chaufán, aloz con celdo, aloz con pollo, aloz con calne, asiento pol favol. ¿Está listo el Wantang? Son mil dociento peso. ¿Gusta a usted comida china, señol?
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