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TORTUGA DE AGUA DULCE


Me he decidido a contar mi experiencia… aunque sé que me tildarán de viejo chiflado, como lo he escuchado tantas veces en mi vida. Soy profesor jubilado de lenguaje y comunicación y este es mi relato, con el cual, seguramente me llevarán directo al manicomio… Y que seguramente es el resultado de toda una vida dedicada a la docencia, como dicen, los profesores terminamos “chalados”, cosa que tratamos de ocultar, porque aun no se reconoce como causa de invalidez laboral.

Todo comenzó una tarde de otoño, en que me tomaba mi café, luego de corregir algunas pruebas, era el último año que trabajaba, el anterior a jubilar. Soy casado por segunda vez y mi esposa es veinte años, menor que yo, tenemos una niña que es abogado, mi esposa es profesora. Ese sábado estaba solo, nadie llegaría hasta muy tarde, soy fanático de la lectura y me encontraba leyendo a Kafka, me apasiona Kafka, le he comparado con otros autores y ninguno es capaz de lograr lo que este autor, cuando enfrento situaciones ilógicas o difíciles, exclamo: ¡Esto es Kafkiano!. Claro que no soy muy creyente de los fenómenos sobrenaturales y todo eso, aunque, no puedo negar que en algún rincón de mi ser albergo la posibilidad de que exista un universo paralelo o la reencarnación, cosas que menciono acá, por que creo son la explicación a lo que aconteció ese día.

Como profesor, he llevado una vida tranquila, mi primer matrimonio fracasó… y después de algunos años me casé nuevamente, debo confesar que me enamoré de una ex alumna, me enseño a jugar tenis y allí me di cuenta que se sentía atraída por mi… bueno si para ella no era un problema la diferencia de edad, para mi menos, sin prejuicios y aceptado por su familia, lo demás no me interesó, nos casamos. No obstante, las dos décadas de diferencia nos pasaban su cuenta y a pesar del inmenso amor que nos unía, nos pasábamos discutiendo. La causa, mis celos, es cierto, el mayor problema de nuestra relación ha sido mío, mi profunda falta de seguridad, que con el tiempo desapareció, casi completamente.

Sentado a la mesa de la cocina, mirando de reojo el acuario donde vive Fausto, mi tortuga de agua dulce, leyendo “La metamorfosis” de Kafka, me dormí… Desperté con la cálida sensación de un relajo extremo, al abrir los ojos veo algo como un inmenso espejo frente a mí, tuve que abrir y cerrar los párpados varias veces para aclarar la visión, al parecer podía ver por un solo ojo, casi me muero, veo a un anciano de pelo blanco casi totalmente calvo, dormido sobre sí mismo, sentado en un comedor… pasaron varios minutos, segundos, no se cuanto, antes de darme cuenta que el anciano era yo ¡era yo! Entonces me di cuenta que estaba como amarrado dentro de algo como un colchón, quise gritar, no pude, pero en el esfuerzo por el intento, me caí… moví mis manos, las sentí muy cómoda, cuando las miré, eran como garras verdes, tipo manos de rana… -¡Dios mío! ¡¿Qué me esta pasando?!- pensé. Desesperadamente veo hacia otro lado y me encuentro con Fausto, inmenso como del porte mío, que me mira agitando sus manos, poco a poco me calmo y esa gigantesca tortuga, estaba frente a mí y parecía seguir mis movimientos, en ese momento me dije: “estás soñando Lorenzo, sólo es eso” y me quedé quieto viendo a Fausto, …levante una mano, Fausto lo hizo al mismo tiempo, como si fuera un reflejo mío… ahí caí en la cuenta ¡Conchesumadre! ¡Madre santa! ¡Soy yo! …¡Yo soy Fausto!

Observé largamente, una vez calmado, la imagen del anciano en la mesa, era yo, o mejor dicho, era mi cuerpo… me costaba creerlo, pero cada vez que intentaba moverme salía disparado y me golpeaba contra las rocas de mi acuario, en un momento me di cuenta que me faltaba el aire, salí a respirar… me decía: “Calma Lorenzo, esto es solo un sueño”, pero sentía la densidad del agua en mi cara y en mis manos cuando podía moverme, perdía la visión con el ojo que me servía para mirar, el otro enfocaba para otro lado, no lograba ver alternadamente y me interesaba saber qué ocurría con mi cuerpo debía acercarme al vidrio para poder observar. Por más que intentaba nadar me iba para cualquier lado, no se cuanto pasó, mientras lloraba de angustia –creo que lloraba- al menos en mi corazón, me acerqué finalmente al vidrio del acuario y pude ver mi cuerpo nuevamente, allí dormido… o muerto.

Creo que todo ocurrió demasiado rápido, intenté rezar, pero no me resultó, algo me hacía quedarme muy quieto y mi mente no me permitía otra cosa que concentrarme en mi pobre humanidad. De pronto, una luz blanca lo ilumino todo, había llegado alguien, al parecer, mi esposa. Sí, era ella. Mi alegría fue tanta que casi exploto, sin embargo, no entró a la cocina sola, venía acompañada de un hombre joven, al menos de la edad de ella. No puede ser, pensé, justo ahora trae visita, “¿cómo lo hago para comunicarme con ella? ¡Dios mío! Debo pensar en algo”, mientras pensaba esto, ella me tomaba el pulso, es decir a mi cuerpo, no podía escuchar más que el ruido de los gorgoteos del acuario, estaba sordo a lo que ellos hablaban. Mi sorpresa y mi desesperación aumentaron cuando vi que mi esposa se alegraba al principio, le decía algo a su acompañante y luego se reía, con una cara de satisfacción. Vi que él le dio un pequeño beso en la boca, esos besos que son más costumbre que nada, ¿No podía ser! No lo creía, mi esposa y su amante, el fantasma que siempre imaginé estaba allí, los podía ver, él la abrazó, comenzaron un loco frenesí de besos y caricias ¡No! ¡No lo creo! , Grité para mi adentro. La rabia y el dolor que sentí me hizo salir disparado al otro extremo del acuario, perdí toda visión… lo vi todo verde y negro. Finalmente, no se cuanto tiempo habrá pasado, me estabilicé y pude ve otra vez, estaban todavía en un forcejeo amoroso y febril, me costó acostumbrarme a la idea, allí viendo a mi esposa gozar con otro, un desconocido. Mi cuerpo aparentemente muerto y yo encerrado en un acuario en el cuerpo de mi tortuga. Cerré los ojos, no quería ver más a la mujer que tanto amé, por la que tantos sacrificios hice, no podía … abrí los ojos cuando me encontraba flotando ya se habían separado y discutían, ella se acerco al acuario y apuntaba hacia mí, asome la cabeza y ¡Sorpresa! Podía escuchar, ella decía: “¡ Lo que él más amaba era esta porquería de tortuga, yo no le importaba! ¡Esto es lo que querías, al viejo muerto y su seguro en mis manos! …¡Y mira lo que hago con su maldita tortuga! Allí solamente pude ver que caí al piso y al mirar hacia arriba, mi amada esposa, roja de ira, me dejaba caer un golpe con mi propio martillo carpintero… No supe más, todo negro…

Tuve visiones de luces blancas, o mejor dicho de una niebla blanca y de bultos verdes, no se que era, sentía que flotaba, es lo que recuerdo de ese sueño, de repente veo todo rojo y siento un fuerte olor a yodo, entonces escucho: “…Mi chanchito, soy yo…” Abrí los ojos y ahí estaba, todo blanco, al parecer una habitación de hospital y a los pies de la cama en que estaba tendido, mi hija, mi suegro, una enfermera y a mi lado mi esposa, mirándome con los ojos rojos, como si no hubiese dormido durante toda la noche… Ella continúa: “amor, saliste muy bien de la operación, tu corazón está muy bien, el médico dice…” Ya no escuché más, sólo podía sentir y recordar toda la experiencia de la tortuga, de mi experiencia kafkiana, hasta ahora no sé si viví en un universo paralelo después de ese ataque al corazón. No encuentro ninguna pista… Sólo que al volver a casa, mi hija y mi esposa, me tenían de regalo una pequeña tortuga de agua dulce, de esa manera me entero que Fausto había muerto, según ellas creen, de pena…

FIN


Texto agregado el 23-11-2004, y leído por 1243 visitantes. (0 votos)


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