Había una vez una princesita muy bella, y además bien buena, que vivía en un castillo encantado. Bueno, en realidad el castillo no estaba encantado, lo que pasaba era que los reyes y las doncellas, hermanas de la princesita, siempre le enseñaron que el mundo era bello y perfecto, y la princesita creció creyendo que todo era bonito. La princesita, como cualquier princesa soñaba con palacios encantados y su príncipe azul (aunque algunas princesas sueñan con princesas azules y algunos príncipes con príncipes azules y algunos con ambos....en fin, el gusto se rompe en géneros, el caso es que la princesita soñaba con un príncipe, no importaba si era azul o rojo o verde). Pero resulta que los tiempos habían cambiado y los palacios ya no se aparecían con solo imaginarlos, ahora había que aprender a hacerlos; y los príncipes ya no eran traídos por los reyes, había que salir a buscarlos. Así que la princesita empaco sus pertenencias y se fue a una comarca cercana a aprender eso del estabilitas, firmitas y venustas; y si de paso se encontraba a su príncipe pues cuanto mejor! La princesita se encontró a varios príncipes, que en realidad eran sapos, pero la princesita sabia que había que besar a un sapo para que se convirtiera en príncipe. Así que beso a varios sapos de varios tipos. Pobre princesita!!! El resultado fue: una paloma, una violeta, una rata, un borrego y hasta uno que otro que siguió siendo sapo, pero ningún príncipe. Pero la princesita estaba rodeada de doncellas y caballeros, así que siguió creyendo que todo el mundo era bueno. Hasta que un día decidió que sus palacios tenían que ser bilingües, y se lanzo a un reino vecino a lograr su cometido, y si de paso se encontraba un sapo con papeles cuanto mejor! Y resultó que en el nuevo reino existían muchos sapos, de todos tipos, colores y sabores (¿?.. mejor olvidemos lo de sabores). Entonces la princesita tuvo de donde escoger: gorditos, flaquitos, con largas ancas, verdes oscuros, verdes brillantes, etc. El problema fue que la princesita, o tenia cara de buena o tenía cara de tonta, porque todos los sapos, a pesar de la variedad, eran de dos tipos: estaban idiotas, o se burlaban de la princesita. A muchos ni siquiera intento besar, y los que beso, pobre princesita! uno se convirtió en cabra, otro en terrorista y uno mas en serpiente, pero ningún príncipe. Pero la princesita ya no estaba rodeada de doncellas y caballeros que le dijeran que el mundo era bonito, así que un buen día despertó y se dio cuenta que el mundo en efecto era bonito, pero que también existía la gente mala, y se dio cuenta de que no en todo el mundo se podía confiar. Y la princesita se dio cuenta, en el camión de la avenida 19, que ella en realidad no era una princesa, sino una rana. |