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Y se acercó a mi como una niebla fría y opaca cuyo aroma era como el de los cerros nevados en pleno verano. Sus ojos se mantenían ocultados por el oscuro cristal, no se dejaban sentir, no querían abrir la puerta a su alma. Sus labios murmuraban palabras que casi no valían nada, se escapaban de mi y por más que intentase me lograban esquivar en la esquina de mi corazón. Su cara era de piedra y no intentaba cruzarse con la mía por el miedo a volverse blanda. Pero a pesar de su resistencia yo podía sentir lo que ella sentía, porque nunca pude dejar de hacerlo, porque siempre sé y siento lo que una persona herida siente por más que lo oculte.
No entendía bien como era, creía que era demasiada precisión cuando veía los detalles o que por ahí lograba saber cuales eran las pocas probabilidades de lo que las personas piensan y que siempre tuve la suerte de elegir la posibilidad correcta o que por ahí la misma fuese la más probable. Pero me di cuenta, en los momentos que pase con ella, que no era eso, el solo abrazarla me hacía sentir mi amor y el suyo a la vez, unidos, potenciados, y cuando estaba muy triste con el solo echo de tocar su mano lograba hacerme llorar.
Ese día como los otros sabía lo que ella sentía, pero no supe que decirle, mis palabras fueron hirientes como dagas y por más que no lo demostraba sabía cuanto le estaba doliendo. Por ahí estaba esperando ese milagro en el que me dijese lo que sentía por más que la estuviese apartando, con mis palabras, de mi vida. Pero era casi un sueño imposible, cada vez se escondía más y cada vez yo me empezaba a descubrir más.
Ese día sentí por última vez su amor, porque ese día fue el último en el que mis ojos de pobre cordero la vieron. El odio a la vida, la pasión por la muerte, las ganas de desaparecer y mandar todo a la mierda, lograron hacerle un golpe de estado a mi cuerpo y conquistaron el placer y la sed del olvido, el egoísmo triunfa al final, soy yo y solo yo y todo lo que mis ganas quieran hacer porque sé que tengo derecho a más de lo que me dan y si no piensan dármelo voy a hacer que me lo den igual.
Pero aquí adentro muy escondido de ese corazón negro, despojado de toda pasión del corazón y perdido en las ganas de hacer lo que se le canta, aquel que un amor lo destruyó y piensa volver a tomarse la revancha porque lo pudo hacer una vez y una vez más no le va a costar, lejos de él, lejos de la mentira, lejos de la falsedad, se encuentra muy chiquito el yo que amó y que todavía ama como un niño escondido en las penumbras, asustado, porque cada latido que obliga de más es azotado, porque le falta alguien y a nadie le interesa. Por esta vez a aquel destrozado, a aquel sin aliento lo dejaron controlar los dedos para poder escribir lo que le pasó, su historia.
Comencé escribiendo como terminé encerrado en este lugar tan oscuro, solitario, en el cual me torturan por sentir, por ser como soy. Por momentos ni siquiera me veo a mi mismo, me encuentro en un gran abismo al cual le cerraron la puerta con llave, pero me dejaron una hendija abierta para que pueda ver lo que pasa y llorar solo, a escondidas, por no poder hacer nada.
Esto ya me pasó antes, todo comenzó con una mujer que había conocido hace un año y medio atrás, con esa mujer nací, le di todo lo que podía darle y más, pasé los mejores momentos y los peores también. Fue un año entero en el que conocí a la mujer de mi vida, pero lamentablemente no era la misma persona con la que estaba al lado. Esa mujer me dibujó una vida ideal dentro de los marcos de la realidad pero después me tiró todo abajo mostrándome que no era lo que me decía, que dibujaba falsamente también el ser la mujer de mi vida.
Tanta pena junta, tanto dolor, tantos golpes me hicieron escaparme del corazón y esconderme donde nadie me encontraría, en un lugar bien escondido de todo lo doloroso y todos los que hacían doler. Yo estaba gozando en mi lugar escondido, reconstruyéndome, en cierta forma estaba tomando unas vacaciones, cada vez más fuerte tenía una pena que me seguía a todos lados pero hasta la había adoptado y la había entendido tanto como ella a mi; pero, mientras, en el corazón el vacío generaba la oscuridad y esa oscuridad teñía a un rojo y enamorado corazón en un músculo negro el que controlaba todo sin importancia de nada ni nadie.
Una noche volví, ya tranquilo, ya sin dolor, solo con mi penita la cual no molestaba, y vi a una mujer hermosa frente a mis ojos, mi corazón negro no le daba señales y no le importaba quien ni como era, pero en una batalla de palabras mudas en las cuales yo le decía que tenía que intentar sentir, el negro del vacío solo se jactaba de la belleza y de la dulzura para alimentar su oscuridad. Finalmente un día sin decir nada más, la oscuridad decidió alejarse, el corazón volvió a ser aquel rojo pasión y enamorado el cual lo controlé para intentar que no le pase lo mismo que la otra vez. Casi era todo perfecto, los problemas, los defectos y las cosas que molestaban, hacían que de la imperfección lo más perfecto para mi, el amor triunfaba.
Las cosas iban bien, hasta que algo no se entendió, una elección de ella que nunca la habré de comprender, pero la entiendo. Ella no quiso dar todo por el amor, elegía otra cosa, como si su amor o el mío no valiese para disfrutar, prefería corresponderle a otra persona la cual no le correspondía y cuyo amor mutuo era tan dudado como irreal, y llora cuando recuerda, que el amarme a mi, y no a quien ella quería, la hizo mierda.
Por ahí amor en ella no había, por ahí habían otras razones, para ella, de estar conmigo; pero por ahí también esté ella mal porque no se entiende a sí misma pero sea la razón que sea a mi me desterraron, y con la excusa de que no supe manejar bien al corazón dos veces me han encerrado en la misma oscuridad mostrándome como supuestamente se tiene que manejar ese sentimiento; pero digamos, entre nosotros, que no es la mejor forma de tratar un sentimiento reprimiéndolo o descuidándolo.
A veces ese sentimiento me hace compañía en este encierro y juntos llegamos a tocar al corazón y hacerlo sentir, por ella, un latido de amor; pero nos separan, le dan otra respuesta a ella desde la oscuridad y nos muestran una actitud que no esperamos, que no queremos, que nos duele y que nos saca las ganas de pelear por salir del encierro.
Con esta oportunidad que me dió la oscuridad me despido porque ya no quiero estar acá, en este corazón, no solo por lo que es sumergido en el vacío, sino también porque la persona que podría ganarle no lucha contra él. Adiós y por ahí algún día nos volvamos a ver, y eso es algo que espero con ansias, pero parece que para ganarle devuelta va a haber que esforzarse mucho y por lo menos yo no voy a poder, porque hoy lloro el doble, en un encierro, con mi amor y mi pequeña pena, por su amor que me hizo mierda.
Adiós oscuro, pequeño y triste corazón.

Texto agregado el 23-11-2004, y leído por 146 visitantes. (1 voto)


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