Tengo 29 años un marido una hija y un perro, conclusión; soy la típica mujer del 2004 que trabaja en la oficina y además en la casa ¿Cómo así? Tu lo sabes lo has vivido; por las mañanas, al sonar el despertador, te despegas con gran dificultad de las sabanas, después de hacerte la tonta por lo menos 20 minutos diciendo -... Y si me maquillo en la oficina tengo menos cosas que hacer, me ahorro un tiempo y puedo dormir más- bajo esa premisa te quedas dormida y recién bienes a despertar cuando sientes que la empleada entro en tu dormitorio a hacer el aseo, miras nuevamente el despertador y un grito sale de tu garganta –No puede ser, son las 8:30 debería estar en camino a mi trabajo- comienzan los nervios y las carreras a la ducha. En definitiva no te maquillaste, no te secaste el pelo y lo más probable es que algo se te olvide. Cuando por fin lograste despegarte de los brazos de tu hija que entre sueños te pregunta -¿Quién me va a cuidar hoy?- como si no supiera que todos los días la cuida la misma persona sales corriendo a la puerta de calle con la cartera a la rastra rezando por que lleves todo lo que necesitas, es decir: plata, agenda, ese documento que te trajiste el día anterior para analizar, que sacaste de tu cartera que se mancho con café y que nunca miraste y por supuesto las infaltables llaves, esas que siempre están perdidas.
Mientras abres la puerta la empleada te pregunta - ¿Señora que vamos a cocinar hoy? - Con el apuro no se te ocurre otra cosa que arroz con bistec – Pero señora ayer cocinamos lo mismo – decides pensar en el menú camino a la oficina, ¿cómo no se me va a ocurrir algo? Pero no se te ocurre nada y cuando te llaman de casa dejas esa decisión a la creatividad de tu nana.
Ya más tranquila pones tu mejor cara y comienzan los “líos de oficina” el computador no parte y el encargado de informática no llega, se te olvido emitir una factura y por supuesto el jefe se enojo. Y así sigue todo tu día con sus altos y sus bajos pero por fin son las 18:30 y me largo a la “tranquilidad del hogar” llegas a casa tu hija se cuelga al cuello, el perro te muerde los tobillos y al mirar hacia el suelo recién te diste cuenta que te fuiste con los zapatos cambiados y comprendes por que la secretaria se reía tanto cada vez que te miraba, y yo que pensaba que era de simpática. Te tiras a la cama mientras tu hija te cuenta todos los episodios de Pokemon sin omitir detalles, al terminar su relato tiene una “buena idea” – Mamá vamos a la plaza Ñuñoa – te niegas un par de veces y ella corre al escritorio donde esta su papá (tu ni sabias que ya había llegado por que como esta “navegando” ni se siente y por supuesto él no siente nada) luego regresa con refuerzo y me sacan de la cama a regañadientes y no me doy ni cuenta cuando estoy sentada en un escaño mirando como mi hija juega.
Sacarla de los entretenimientos es un verdadero triunfo, cuando por fin logro acostarme a descansar ya son las 00:30 por supuesto ya es otro día y en el tiempo perdido desde la plaza hasta que me acosté prepare mamaderas, le di comida a mi marido, le lave la cara al perro, desarme el árbol de navidad ( que llevaba dos meses en señal de un “espíritu navideño bastante exacerbado”) y cene. Cuando te das cuenta ya son las 8:30 del otro día y sigue la típica “vida de mujer del 2004.
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