Cómo fue que salimos del anonimato para atrevernos a juntar minutos de nuestra existencia? Todo empezó con un hola, quién eres?, y tu -hola, yo soy yo, cómo estás?, de dónde eres?, cómo entraste en mi lista? cuantos años tienes? Y yo -son demasiadas preguntas, pero bueno… me llamo…. y nací en…, y cuéntame de ti…, entre preguntas y respuestas empezamos esta historia. Arriesgándome a parecer desesperada, te di mi número, muchas veces discutimos temas interesantes, hablamos de poesía, política y hasta existencialismo, pero desconocía más de la mitad de tu vida, por eso creo que intentaba darte formas a través de los cientos de metros de cable telefónico entre tu casa y la mía, de mil maneras empecé a imaginarte, construí un paisaje con tu nombre, le di color a tus pupilas, a tu voz, a cada una de tus palabras hasta aquel día en que buscamos un lugar neutro entre tu vida y la mía para enfrentarnos a la realidad tangible de quienes éramos, lo recuerdas? Era una ciudad pequeña, pero mágica una ciudad llena de cascadas y montañas, volcanes despiertos y bicicletas. Bailamos hasta el cansancio, cantamos hasta el amanecer y todo el panorama se me nubló, cuando me diste un beso, ¡¡vaya qué beso!!, creo que en ese momento empecé a temerte, un casi completamente desconocido me hizo creer que era posible tocar el firmamento con las manos, era inaudito, imposible, intolerable, las cosas no podían salirse de control, pero… cómo dejar de besarte?. De regreso a la realidad, la tan fría realidad que a veces nos envuelve quise ser parte de tu vida, la real, la tangible y pasar de ser un fantasma telefónico, pero ¡no!, me pediste que tome las cosas con calma y lo entendí, de pronto vino el frenazo, salimos un par de veces más, fuimos al teatro y al cine, dos extraños que nuevamente se permitían juntar su existencia por dos o tres horas y ya, tan libres, tan independientes, tan nosotros mismos, sin ataduras, sin rencores y sin remordimientos, pero no pude evitar sentir que cada vez que me besabas no quería despegarme de tu lado, quería seguirme creyendo capaz de alcanzar estrellas y sueños pero siempre llegaba el momento de la despedida. Hoy no sé nada de ti, volviste a ser tan ajeno como antes del primer encuentro, tu vida me es desconocida pero a veces te extraño, extraño la sensualidad de tu voz, tu risa alocada, tus ojos que dicen mucho y otras veces no quieren decir nada, tus poemas, tus regaños, extraño quien soy cuando estoy cerca de ti y principalmente… tus besos.
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