Quería no pensar, rescatar las gotas de tu vida esparcidas en la cama, volver a apresarte entre mis brazos, odiarte, extender la ayuda de mis manos, reconstruir tu ser en un solo movimiento, amarte nuevamente. Y el aire enrarecía el norte de mis besos confabulado a tu recuerdo, inspirado en los registros de tus labios jugando en mis texturas o la tibieza de esa piel fugada quien sabe dónde ni cuándo. Añoraba esas palabras que sin querer decías burlando mis señales, los temores y conflictos, la soledad, las culpas, esa madeja de tu elixir enredando mis pupilas que sólo querían más de tu presencia. El universo recorriendo nuestras vidas, la habitación girando bajo una mirada triste, el deseo trastocando esas fronteras como una risa despojada de su encanto. Vos y tus caricias, el mundo deteniendo los instantes, los miedos entrelazando sus entrañas, nuestro pasado sin futuro, el rostro de ese ayer atemorizado frente al tiempo, vos nuevamente paralelo a mis anhelos, el esbozo de la tarde en su longevidad, junto a mis manos tejiendo el recorrido de tus sueños. Se me han acabado las letras para responder a tus preguntas, la capacidad de razonar al lado de tu imagen, el sonido de las voces que designan un destino, la tierra, el amor, las convicciones. Entonces vuelvo a estremecerme latiendo en tu recuerdo, para poblarme con la ausencia de lo que hace instantes era todo.
Ana Cecilia.
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