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Cyberi@
La tarde de otoño decidió arreciar con una llovizna suave y pegajosa como los reclamos de una madre. "Tengo que hablarte" fueron las palabras de mi amigo, sombrías de preocupación, metalizadas por el satélite que disparó a mi celular. Respondí preguntando, con esa telepática obviedad que sólo el cable de una veterana amistad nos puede transmitir. "¿Tomamos un café?".

Cerré el paraguas y penetré deliciosamente en el espeso perfume a medialunas y café, con impertinentes toques de cigarrillo. Acomodé el piloto y el paraguas entre los rumores de un mar de charlas y mientras el mozo que me conocía detuvo con reverencia su acercamiento como por el pase mágico de mi seña, la cuestión que me latía en la cabeza comenzó a bajarme viscosamente por la garganta:
"¿Qué le estará pasando?".

Apareció como un espectro en oferta, irrumpió de tal manera que un silencio de bronces y humo gris se adueño del lugar. Fue solo un instante, hasta que la gente volvió a sumirse en sus propios asuntos, retribuyendo con respetuosa indiferencia la expresión empapada de angustia que emergía de entre las solapas del impermeable de Roberto. En la debilidad afiebrada de su estrechón de manos me percaté de que era algo de gravedad. Aquel desconocido que pretendía usurpar las facciones y el porte de mi amigo, sentó a la mesa su mojada presencia sin siquiera atinar a desabrocharse el piloto.

_ ¿Qué tomás?
_ Cianuro... doble
_ ¡Hey, hey...! ¿Qué pasó viejo?
_ Clara...
_ ¡Noooo....!

Era de prever que de algo de eso se trataba: Roberto siempre fue un tipo impasible, de envidiable templanza ante las vicisitudes más dramáticas, solo una mujer... una, podía sacudirlo de sus sólidos cimientos.
Roberto conoció a Clara a la semana de separarse, cuando ella era una tierna y bonita pendeja de veintiuno. Cuarentón seductor, conmovido al paladear de nuevo la sangre fresca... ¡Viejo vampiro!, la enamoró. Se enamoraron con todos los fuegos. La experiencia se cautivó de la ternura y la belleza puras; y el corazón de la mujer niña sucumbió a maravillas como la comprensión y el orgasmo múltiple (trofeos al parecer inalcanzables con los muchachitos de su edad). Una pareja singular, la bella y la bestia transitando de la mano, a ver... durante cinco años... ¡cinco años ya!... ¡Cuándo hacíamos, en este mismo café, apuestas sobre cuántos días duraría el idilio!. Ahora él se ve rejuvenecido (pero hoy no) y Clara es toda una mujer... una hermosa y seductora mujer... una vampiresa... ¡Viejo vampiro!. No, no puedo creer que tengan problemas:

_ ¿Estás seguro? ¿qué pasó?... ¿se fue?.
_ Peor...

"Sí, dos cafés... el cianuro lo dejamos para más tarde". El mozo se fue meneando la cabeza y sin hacer preguntas: ya me conocía.
Retomé el ataque, presionado por la urticante carga de la intriga:
_ ¡Se agarraron otra vez!... y esta noche ¡gran festejo de conciliación!...
_ Peor...
_ Bueno pero contá... ¡Contáme de una vez, carajo!...

Se fue encogiendo dentro del piloto hasta casi desaparecer, y desde adentro del impermeable, con una vocecita insignificante, me desasnó sobre la alternativa que supe omitir adrede por ser la más insultante, vergonzosa, y además... poco probable. ¡Pero claro que poco probable!... ¿Clara?.

_ No, no puede ser
_ Lo comprobé.
_ Imposible, Clara antes de engañarte... te deja.
_ No, pero no me entendés... ¡No sabes lo que pasó!...

¡El mozo, con los cafés!. ¡Justo cuando la cabeza de Roberto reaparecía!. Como amenazaba con prolongar demasiado el ritual para servir el café y los bomboncitos, y la soda, y el tiquecito; le clavé la mirada y se fue, claro: me conocía. ¡Clara!... ¿un ángel engañando a mi Vampiro?... ¡Este boludo esta meando fuera del tarro!.

_ Me engaña... por Internet
_...!

Agachó la cabeza por el peso de la pausa, su orgullo sorbió café en el vano intento de disimular. Por primera vez no podía mirarme a los ojos, se desabrochó el impermeable y lo abrió, como esperando en el pecho la merecida puteada de amigo con que le iba a tirar. Pero la magia del absurdo me había inmovilizado, busqué y revolví, pero no me salía nada:
_ ¡Me estás cargando!
_ ¡Pero noo!, la agarré "chateando", coqueteando con un tipo por Internet.

Me contó entonces que entró a la oficina (trabajan juntos) y muertas de risa, ella y su amiga "escondieron la pantalla" cuando él llegó. Supo disimular y entonces lo vio con claridad desde la puerta entrecerrada de su despacho. Siguió disimulando unos días sin perderle pisada y hasta logró descubrir su dirección de correo. Estuvo a punto de abrir una dirección especial y "seducir a su propia mujer" por la red para hacerla pisar el palito. Finalmente decidió encararla frontalmente como el caballero que es y Clara le confesó que sí, que tenía un... ¡cyber-novio! pero que era solo un juego. Roberto le dijo de todo, entre otras cosas que a partir de ese momento si quería tener novios de los de verdad, que lo hiciera, porque a él... no lo vería más. "¿Estás celoso?" Le preguntó para colmo. Roberto la convenció de que la relación había terminado y... estuvo muy grosero realmente: La invitó a dejar de "masturbarse electrónicamente" y a que salga en total libertad a "...acostarse con quien se te antoje... pero en serio". "Ciber-putita" , le dijo el muy cabrón. Salió de la oficina a las puteadas y me llamó.
Chiquilina... sigue siendo una pendeja, Clara, cuerpo y modos de mujer, alma de niña. Diosa de la sensualidad... y parece que de la pavada, todavía.

_ ¡Ay pero qué pelotudo! ¿Cómo la vas a dejar por esa... travesura?. Hoy es lo más normal del mundo: tienen uno o dos tipos para contarse cosas o inventarlas desde el anonimato... ¡y no pasa nada, viejo...! ¡Les sirve de descarga! ¡Liberan sus fantasías divirtiéndose con el chupete del milenio!

_ ¡Y te parece poco!

Metí la pata. Me contó entonces que un amigo de él lo estaba haciendo. Estaba mal en su matrimonio, no se divorciaba por los hijitos. Le mostró los Email que se escribían, fantasías sexuales de todo tipo, algunas tragicómicas como desnudos y atados en altares Mayas para el sacrificio y otras locuras, se calentaron tanto que quedaron en encontrarse... ¡Y se vieron!. Charlaron un poco y se fascinaron, pero cuando él apuró el asunto la mina huyó espantada. Era casada también, le dijo que tenía miedo, porque si daba un paso más, lo abandonaría todo, hogar, marido... todo. Se cortó, pero no precisamente porque ellos quisieran.
Traté de explicarle lo inexplicable: Es que la gente esta contenida, frustrada por no poder concretar sueños que, para colmo de males, en su gran mayoría no le pertenecen; que encuentra una divertida válvula de escape en arrojar sus fantasías al cyber espacio, sin comprometerse con nadie, sin quilombos... sin

engancharse. Le dije además que había pocos riesgos de corneada real, porque esa misma comodidad y fingida procacidad los hacía evitar el contacto personal: ¡Cómo para animarse a conocerse con todas las barbaridades que se dijeron!.
Se sacó el impermeable y lo tiró en la otra silla; habría querido hacer otro tanto con mi discurso si hubiese estado plasmado en un papel. Lo que me iba a decir brotó primero por los ojos, en un brillo húmedo de bronca, de profunda decepción:

_ Pero es que no te das cuenta... ¡Yo quiero ser su desahogo... su válvula! ¡Te juro que no sé más qué hacer para que se... se... se escape en mí.

Bajó la cabeza como desarmado. Estoy seguro de que la taza vacía recibió una lágrima que ni los restos de azúcar pegoteados en el fondo pudieron endulzar.
"Que se escape en mí", Roberto ¡Qué hombre por dios!; Si tuviese una hermana soltera se la presentaba. ¡Con razón Clara estaba tan enamorada!. ¡Clara! Pendeja, ninfa, no podés evitar tu ingenuidad y te chateás con pajeros de la PC, con unos imbéciles que si te tuviesen desnuda sobre las sábanas, luego de un breve polvo mal tirado seguirían chateando con otras que comprendan y compartan su cyber-pelotudez. Desde tu corta edad no llegaste a vislumbrar la altura de Roberto. Potra, nenita traviesa, un poco de paciencia, en cinco años más se van a nivelar y vas a ser la mejor mujer del mundo. Quizás un poco antes si hay hijos de por medio. Roberto te va a aguantar, y mientras tanto se las va a ingeniar para disfrutarlo y hacértelo disfrutar, quedate tranquila que van a poder con esto y mucho más.
Encaré a mi amigo con espíritu conciliador - consolador:

_ Tenés razón, toda la razón, pero vos sos consciente de la suerte que tenés. Clara tendrá algún vestigio de inmadurez, pero no es una boludita. No podés perder una mina así por una inocente travesura. Me decís que estaba con una amiga, seguro que juegan las dos a ser una, ¿te das cuenta?... ¡le está haciendo la gamba a la amiga!

_ ¿Vos viste una sesión de chat?, parece que uno entrara en un manicomio: Todos agolpados, tratando de intercambiar entre sí sus incoherencias, y los que no pueden, buscan comunicarse con vos, suplicantes, desesperados...

_ Dan lástima...

Pedimos más café, dos dedos bastaron: el índice y el pulgar horizontales, como sosteniendo la tacita entre la base y los bordes: "café". Dos dedos verticales, índice y medio: "dos". El mozo asintió. Comunicación instantánea, café... exprés.
Roberto continuó, algo más animado.. ¡qué digo!... vehemente:

_ Cuando dos o tres de esos imbéciles detectan a una mujer de edad y diálogo mínimamente apetecibles, se pelean por ella y le proponen pasar al "privado"...

_ Sí, lo vi. Y cuando por fin logran arrastrarla a la cyber-intimidad, le preguntan si tienen novio, marido o amante... Y si les contesta que sí... ¡inmediatamente le preguntan si se la chupó!...

_ ¡Esos sí que saben tratar a una mujer...!
_ "Cyber-onanismo"
_ Estamos en la era de la "PC": ¡Paja Cibernética!

Reímos los dos y por un momento me ilusioné, pero la risa de Roberto se fue desdibujando hasta invertirse en una mueca de angustiada tristeza. La decepción de que Clara se metiera en eso parecía más dolorosa que si lo hubiese corneado con un hombre "real", un hombre mejor puesto que él. Lo entendí más que nunca.
Tenía que decírselo, tenía que sincerarme si lo quería hacer reaccionar. Me animé, me abrí el corazón y volqué sobre la mesa gran parte de su contenido:

_ Mirá viejo, Clara es demasiado hermosa y sensual para cyber-cornearte en serio. El precio de amarte con una mujer apetecible siempre es cierta inseguridad, pero vale la pena ¿o no?...

Asintió esperando a que continuara. Roberto sabía escuchar, y era justamente gracias a esa exótica virtud, actualmente en plena vía de extinción, que podía darse el lujo de estar rodeado siempre de extraordinarias mujeres y excelentes amigos (como yo... ¿para qué caer en falsa modestia?). Continué en formato de improvisado silogismo:

_ Si yo tuviese una mujer como Clara (¡ay... si yo tuviese!) me preocuparía más por las relaciones "reales" que por las "virtuales". A todos nos gusta coquetear... ¡Qué te venís a hacer el santo, justamente vos, viejo lobo!... ¡Agradecé que no hace como vos… y se conforma con chichonear por Internet!

Reímos, rió... y esta vez no se apagó. Ya casi lo lograba, cuando llegaron los dos cafés, puta que lo parió... Esta vez el mozo apuró el trámite solo: me conocía. Roberto decidió interrumpirme para poder hablar. Lo perdoné:

_ No me entendés: Estoy decepcionado por esa necesidad de volcarle a otro sus intimidades, cuando yo se las tengo que sacar con tirabuzón... ¿Qué tal si se siente mejor con ese tipo, y deciden verse, y el tipo es joven, y es buen tipo, y ...

_ Ya, ya, ya... . Si no te cuenta cosas es porque te respeta como algo superior, tiene vergüenza de que descubras sus chiquilinadas. En ese caso NO podés competir con el anonimato de Internet y solo el tiempo y la madurez harán que se anime a confesarte algunas cosas.

_ Tenés razón pero...

_ Dejame terminar... Si encuentra a alguien con quien simpatizar (cosa que dudo entre semejante horda de cyber-pajeros), no creo que pase de un "piquito electrónico", y si llega a encontrar el gran amor de su vida, tendrás que bancarte el cyber-milagro, pero Clara jamás te va a cornear. Te va a dejar por otro, pero no te va a engañar.

_ ¡AHHH!... ¡Ahora sí que me dejás más tranquilo!

_ ¡Y acaso vos no acabás de dejarla por mucho menos! ¡Pelotudo! .. ¡Estas celoso!... ¡Tenés miedo de perderla!


_ ¡Claro, decime cyber-cornudo también!...

_ ¿No te das cuenta de que sigue compitiendo con tu "ex"? ¿No te das cuenta que todos los días se debe preguntar qué hace un tipo maduro como vos con una chiquilina? ... ¡Cómo para no esconderte justamente a vos las cosas, las inseguridades, las "bobadas" de su edad!.. ¡Buscate una vieja mañosa como vos, si no te bancás esta.... pelotudo!

Roberto estaba prácticamente repuesto; el golpe verbal lo hizo hincharse como un globo al que le pega el sol. Lo mandé al baño "Anda a arreglarte un poco que parecés un refugiado". Me quedé solo en la mesa, el pequeño latido de la lucecita del celular me golpeaba provocativamente en la indecisión.
En pocos minutos apareció el Roberto de siempre, me apretó el hombro en doloroso agradecimiento...

_ ¡Huy perdón! ... ¡No me di cuenta de que estabas hablando!

_ No, no es nada... ya terminé.

Cerré la tapa de mi celular y continuamos rumiando lo ya hablado durante un buen rato, como para sentirle todo el gusto antes de digerirlo definitivamente... ¡cuando apareció Clara!.

Aunque entró paraguas en mano, no podría explicarme cómo hizo para no mojarse. Solo los ojos delataban en su húmeda irritación el paso de un diluvio que poco tenía que ver con el de afuera.
Cuando la espalda de Roberto aún no había percibido su presencia (posiblemente el único varón en el bar que cayó en semejante descuido), Clara me dedicó una sonrisa agitada, triste y dulzona, como la de una bebita buscando la calma después de haber sido merecidamente zurrada por su travesura. Muy lejos de afearla, con los antecedentes de la charla, la leves hinchazones en los ojos por el llanto la embellecían amorosamente. Estaba como para un cuadro.
Roberto en cambio... estaba para filmarlo.

_ ¡Q... ! ¿Qué hacés acá?

Aprovechando la sorpresa de mi amigo y luego de autolimitar el efecto del beso de Clara en mi mejilla, tomé los tickets, me levanté y me fui. Llegué a escuchar que ella invocaba el conjuro infalible: "tenemos que hablar". Roberto no tuvo otra alternativa que dejarla sentar en mi lugar.
Ignoré los gritos y gesticulaciones de mi amigo, retorciéndose en la mesa por la insolencia mía de llevarme la cuenta y pagársela al mozo en la barra. Terminó por aceptar lo inevitable y dedicarse a lo suyo. Sabía que el mozo me conocía.

A mis espaldas la humedad de la vidriera diluía la imagen de la reconciliación entre el mejor de mis amigos y la mujer de mis sueños; emprendí la marcha hacia mi guarida, pensando en que si por Internet chateaban minas así, entonces valdría la pena probar. Pensamiento efímero, maloliente y humillante, como una flatulencia que se nos escapa en soledad sin mayores consecuencias.

Caminando por calles entristecidas de lluvia, pasé por la vidriera de un cyber-bar. Los "cybernautas" trataban a sus tazas como trataban a la Vida: Ignorada a un costado, dejaban que se enfríe su contenido sin el menor remordimiento, tomando un trago de vez en cuando, sin paladearlo, como una necesaria molestia que los distraía de su electrónica adicción. Se asomaban inclinados para espiar por la ventana del Mundo, escrutando con ojos maniáticos las conversaciones de remate, o atiborrándose de información de liviana utilidad, o babeándose con pornográficas imágenes de lo que jamás se atreverán a hacer en su penosa realidad. Jactándose de "Navegantes" pero aferrados al mouse como los náufragos al salvavidas. Suplicantes por un poco de atención; sentían al fin la ilusión de poder dialogar con la máquina: El sueño más grande de su pequeñez humana.
La refulgencia de la estación de servicio fue creciendo con mí andar, pude contemplar a varios vehículos bajo el enorme tinglado compitiendo por quién tenía la música más baja al volumen más alto. Cada uno rodeado por un grupo de muchachos muy divertidos por sorber con fruición su enlatada ebriedad. Otros autos participaban de la competencia, con parejitas aturdidas sentadas en los baúles abiertos, esperando con desgano una pizca de romanticismo en uno de los lugares menos indicados para encontrarlo.
El pub de moda estaba atiborrado de gente obnubilada por los tres televisores mudos y la FM a todo lo que da. ¿Consistiría el juego en encontrar alguna coherencia entre lo que veían y lo que escuchaban?.
¿Es que acaso nos estaremos pareciendo a las gotas de lluvia, condenadas a caer separadas unas de otras hasta reventar?.
¿Cómo Roberto podía temer, dudar... celar?. ¿Quién podría competir con mi amigo? ¡Que suerte la de Roberto!.

La tormenta se desató con toda su pasión. Caminé mirando cómo las gotas y las gentes, luego de reventar se fusionaban en masa dejándose llevar por la corriente hacia la profundidad de las cloacas, devorando a su paso todas las porquerías que les pudieran presentar. Mientras me preguntaba si cabría alguna esperanza de que todo esto fuese una cuestión de etapas y que el torrente finalmente podría, algún día, desembocar en la libertad del mar; fue entonces cuando la vi.

Sola y mal protegida bajo el alero de un negocio, con resignada tristeza ante la impiedad de la tormenta; rociada de diminutas joyas de agua engarzadas entre la seda negra de su cabello, bastó ese instante en el que me disparó con los ojos para quedar fulminado. Le mostré el paraguas, le sonreí y se distendió: "Si subís... ¡te llevo!". Agachó la cabeza avergonzada, juntó valor para rechazar educadamente mi propuesta, con el desconfiado agradecimiento de una sonrisa de cumplido.
Cerré el paraguas y le ofrecí el lustroso gancho de madera "Es que te estas mojando... y no puedo soportarlo". Ante la muda negativa de su cabeza, dejé apoyado el paraguas en la vidriera y me fui.

Perdí por distraído muchos paraguas en mi vida, pero tenía la certeza de que este no sería uno de ellos. No alcanzaron a chocarme una docena de gotas cuando "picó": Se acercó a paso apresurado cubriéndome y me habló con agitación. "¡Espere.. !. "No por favor... disculpe... yo creí que... !". Me detuve y la miré, nuestros ojos intercambiaron silenciosamente una agradable y excitante información. Ella fue la primera en despabilarse:

_ Pero es que... ¡Gracias! Pero... ¿Cómo le devuelvo el paraguas?
_ No tenés que devolverlo, pero si querés alcanzarme hasta aquí cerca, para que no me moje...
_ ¿Adónde va ?
_ Al bar
_ ¿A cual ?
_ Al que más te guste para tomar algo juntos.

"NO, disculpame pero en este bar precisamente no, después te explico", le tuve que decir a la hermosa propietaria del brazo que rodeaba al mío: Roberto y Clara se besaban tiernamente ¡Allí estaba el balde con el champagne!. Le había indicado al mozo que se los llevara de mi parte... pero solo si veía que se reconciliaban. Cuando me vio levantó el pulgar y me guiñó el ojo: "Misión cumplida", me conocía. Hice bien... hice bien en llamarla con mi celular cuando Roberto se fue al baño... ¡Claro que hice bien... Clara!

Seguimos caminando románticamente bajo la lluvia buscando otro bar donde refugiar a nuestros corazones en entusiasta conversación, sólo me negaría nuevamente si enfilaba para el "cyber", pero confirmé con agrado su buen gusto para los bares... y para los hombres (no, no existe la falsa modestia para mí).

Al mirar colgado en la silla el curvado mango de mi paraguas, apreciando la exquisitez de lo que había logrado "enganchar" con el improvisado anzuelo, pensé en qué sentido le encontraban, qué placer podían sentir los que pescaban amores y amoríos con “la red”.
¿Tendré la suerte de que se parezca a Clara?.



Alejandro Racedo

Texto agregado el 23-11-2004, y leído por 117 visitantes. (0 votos)


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