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Inicio / Cuenteros Locales / elena / TU, YO Y MI AMANTE

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Fue en la luz roja de Antonio Varas con Bilbao, justo ahí viendo pasar los autos que bajaban por la avenida y mientras la lluvia caía sobre el parabrisas, donde se me ocurrió, sí, a mí, la mujer de 30 con hijos y marido, la que estudió en colegio de monjas; sí, yo, la que no podía decir culo porque simplemente no me salía. Y sí, estaba pensando en lo conveniente que sería tener un amante. Después de todo a Jimena, mi amiga de juergas, la había rejuvenecido en unos diez años desde que Martín, su estilista, se le ofreció en bandeja esa tarde de enero en su salón.
- ¡¡Gansa, es que no me lo vas a creer!! sonó su voz al otro lado del auricular.
- ¿Qué?
- ¿Te acuerdas de Martín, ese flacuchento que nos peina de cuando en cuando?
- El maricón...
- No gansa, si no es maricón.
- ¿Qué le pasó?
- Nada, que se me ha tirado el muy fresco.
- ¿Qué?
- Que mientras me tenía toda entubada la cabeza para hacerme esos rizos que le encantan a Antonio, me ha dicho que me encuentra sexy y que se moría por darme un beso.
- ¿Y qué hiciste?
- Pues nada, solo besarlo.
- Jajajaja – sonaron mis carcajadas, como contenidas por años.
- No te rías de mí, mujer, si esto es serio.
- Está bien ¿y qué pasó?
- Pues que no me ha cobrado y hemos quedado en encontrarnos mañana en el salón a eso de las siete de la tarde ¿tú que crees?
- Que creo yo, no sé, es cosa tuya.

Esa tarde me aburrí de llamar a Jimena al celular. Después me enteré de lo bueno que es el aceite de masajes capilares para lubricar las zonas más remotas del cuerpo, y lo práctica que puede resultar la camilla de depilación en momentos de calentura desesperada.

El punto es que mi amiga Jimena tiene treinta y cinco años y un marido aburrido que, cuando no trabaja, sale corriendo a ver a su madre: – Es que extraño tanto a la pobre vieja – dice a cada momento cuando Jimena le reclama; y no olvidemos el par de demonios que Dios le dio por hijos.

Dió la luz verde y yo aceleré mientras seguía recordando las historias de Jimena Aldunate.

“¿Te acuerdas Karen cuando me casé? Era todo tan lindo, todo tan blanco, y Antonio qué bien se veía en la iglesia con su frac negro y ese pañuelo ocre en el bolsillo superior. Pero después, Karen, uf, qué tortura. Es que la palabra orgasmo no existía en su vocabulario. Me abría de piernas, dos enchufadas, se daba vuelta, y, suácate, se quedaba dormido mientras yo aún esperaba algún atisbo de placer. Esto no es vida; por eso me gustó tanto el revolcón con Martín, es que aunque tú creas que es maricón con todo y esos visos, ese tipo sí que es bien macho”.

Sí, debe ser así, y comencé a examinar mentalmente todo el listado de hombres que tenía anotado en mi agenda; pero no, unos muy serios, otros muy severos, ese con familia, el otro pollerudo.

“Karen, de verdad es que no sé cómo fue que tengo dos críos; es que en un acto tan tremendamente rápido no me explico como fue que los espermios alcanzaron a despertar y llegar a su destino en menos de un minuto”

En el paso peatonal de Antonio Varas al llegar a Providencia me detuve nuevamente para que una mujer, cuál pata con sus patitos, cruzara la calle. Al mirar hacia el auto contiguo lo vi, le sonreí y el me sonrió.

“Lo peor, Karen, fue el parto de Benjamín; es que, mujer, si me hubieras visto, entre grito y grito me acordaba que en esos cuatro años no tuve ni un solo orgasmo. Yo pienso que si te va a doler tanto parir a tus hijos, por último, que tengas en la memoria el momento en que sentiste placer con el padre de la criatura, ¿No crees lo mismo, Karen?”

Seguí mi marcha hasta el estacionamiento de la oficina. Por el espejo retrovisor podía divisar el Peugeot blanco del hombre que me sonrió.

“Con la Macarenita no fue distinto. Yo, Jimena Aldunate de Correa, estaba ahí con las patas abiertas mientras la matrona me hurgueteaba hasta las tripas; qué dolor mujer, pero qué dolor. Y de placer, nada, si hasta llegué a pensar que esto de ser madre era una tortura “

Me bajé del auto y le pasé las llaves al acomodador. Él hizo lo mismo, lo miré nerviosa, él me sonrió.
- Hola, Juanito – le dije al conserje, lo suficientemente fuerte como para que él lograra escuchar.
- Buenos días, señora Karen – respondió

“Mira Karen; un amante fue lo mejor que me pudo pasar, estoy contenta, hago locuras; uso vibradores, látigos, ropa interior de cuero y lo clandestino; uf, es que cómo te explico lo entretenido que es”.

Él subió al ascensor junto conmigo.
- Karen, qué lindo nombre – me dijo enseñando una dentadura perfecta.
- Gracias – contesté - ¿y tú cómo te llamas?
- Pablo – nuevamente sus dientes...
- Bonito
- ¿Trabajas aquí?
- Sí.

“Lo que yo opino, mujer, es que un amante es un amante. Un par de polvos a la semana, de esos que te dejan con la espalda adolorida por tres días y ya, vas a ver cómo te cambia la vida”.

A los dos días me encontré un ramo de rosas en la oficina, con una invitación a almorzar.

“Mira Karen; yo adoro a Antonio, tú sabes que él es un pan de Dios; que no sepa culear es otra cosa, y esto de Martín me ayuda a no presionar al pobre. Ya has visto todo lo que trabaja en la Corte, es que eso de ser juez no es sencillo”.

Ese miércoles nos juntamos a almorzar. Hablamos cosas sin sentido, nos reímos, bebimos vino y caminamos junto al río.

“Con Antonio, la familia, mujer; los críos, el colegio, el supermercado, las cenas con los amigos. Con Martín, la lujuria, la calentura pura, esa deportiva, querida amiga”.

Decidí que mi mejor prospecto sería Pablo. Después de todo, Arturo no sabe que existe, no es de mi círculo y tiene veinticinco años; todo un hombre de hormonas revueltas. Esperaría el mejor momento y me dejaría llevar. En una de esas, puedo tener la suerte de Jimena, y se me da en bandeja.

“Lo de Martín no lo sabe nadie, solo tu Karen, y si Antonio se entera lo niego hasta la muerte”

Caminaba por Providencia, pensando en el trago que me tomaría con Pablo por la noche, cuando me detuve en un kiosco a leer los titulares de un diario amarillista:

“EN PIRULO MOTEL DE LA CAPITAL FUE ENCONTRADO MUERTO EL FAMOSO ESTILISTA MARTÍN FERRER”

Compré el diario y continué leyendo: “En el exclusivo motel Gran Ducal fue encontrado muerto el conocido estilista Martín Ferrer debido a una desafortunada mezcla de alcohol y drogas. Hasta el cierre de la edición, se intentaba dar con el o la acompañante del malogrado hombre”

Me quedé con la boca abierta. Saqué el celular de la cartera, y llamé a Jimena:
- ¡Jime!
- Sí.
- Soy yo, Karen. ¿Qué pasó con Martín?
- No me digai na’, gansa,..; ese huevón......... se jaló tres líneas de coca y no sé qué más tomó.
- Ufff, y ¿qué pasó?
- ¿Qué? Que en mitad de la cacha cayó como plomo al suelo, y empezó a dar tiritones como perro envenenado.
- ¿Y tú, qué hiciste?
- Huevona, qué más, salir en pelotas por una ventana, saltar el muro, esconderme en los jardines y salir rajada mientras el portero del motel cagaba en el baño.
- Y ahora, ¿qué?
- Yo no sé, Karen, pero a mi no me pilla nadie, yo no maté al pelotudo, y lo único que quieren es saber qué fue lo que tomó.
- Y.........
- Bueno, yo estoy saliendo en este momento hacia la casa de Pucón.
- ¿Y Antonio?
- Tú sabes que, cuando me pongo idiota con los críos, me pierdo por un par de semanas....

Por la noche, en el bar, después de cuatro tequilas, ya entramos en calor. Yo aún tenía dudas por lo que le pasó a Jimena.

- ¿Dime Pablo?
- ¿Sí?
- ¿Le haces a la droga?
- Ni soñando.
- Entonces, vamos.

Texto agregado el 23-11-2004, y leído por 319 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
20-10-2006 Cuento rítmico,estructurado y excitante***** duqueuviedo
06-05-2006 Uffff, estuvo "juerte la cosa", Dios, me muero en tres tiempos, eso es andar al límite,valorrrrrrrrrrr. jajajajaj***** impresa
15-04-2005 lejos lo mejor de los mejores que he leído en este sitio desde hace mucho tiempo... felicitaciones y todas las estrellas permitidas mariafernanda
13-03-2005 Alzo mi copa para celebrar vuestro escrito. Excelente de principio a fin. Excelente. Ophelia_Plath
28-11-2004 Es excelente este texto... Se lee tan rápido, los diálogos son tan fluídos, realmente me saco el sombrero... Estrellas... orlandoteran
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