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María llevaba deseando esto desde que dio el "sí quiero" en aquella capillita remota de Toledo.
Ella iba a conseguir que su matrimonio funcionase.
A sus 19 años se consideraba lo suficientemente madura como para enfrentarse al berenjenal que se le venía encima.
Ya habían vuelto de luna de miel, Luis retomaba ese día su trabajo, y María se levantó con él, envuelta en su bata nueva de seda, sonriente y feliz.
Preparó con mimo el desayuno, a cada sorbo de café un beso, a cada mordisco de galleta una caricia…
Su marido la observaba de reojo, con la cara abotargada por el sueño y los ojos como puñaladas en un tomate.
deseaba que se cansara de inmediato de jugar a la buena esposa y le dejase tomar el café con gruñidos, al que estaba habituado, en la cafetería de enfrente de la oficina, donde nadie le ponía en el aprieto de disimular un buen despertar.
Mientras Luis iba al trabajo, María se ocupaba en dar tres soplidos para quitar el polvo de su exiguo apartamento de recién casada.
A las 10 de la mañana, ya tenía todas las tareas que una buena esposa debía realizar mientras su maridito trabajaba. Le quedaba toda la mañana por delante, y se afanó en preparar su primera comida en su recién estrenada cocina.
¡Dios mío!!Cuánto cacharro!
¿Qué cocinar? si lo más cerca de un fogón que se había visto en su vida fue para calentar un cacillo de leche que se derramó por no mirarlo mientras hervía.
María se acordó de que su madre preparaba unos deliciosos espárragos trigueros al ajo arriero, en realidad no podía ser tan complicado, ella los hacía en un santiamén.
Dicho y hecho, manos a la obra:
Se trocean los espárragos, bien, hasta ahí perfecto, eso lo sabía hacer. Picar cebolla muy fina, pero sin llorar a ser posible. Un diente de ajo muy picadito también. Pimentón, huevo batido y … ¿Cómo se suponía que se cocía esto?
Bueno si en el estómago se junta todo, lo mejor era no complicarse la vida, todo a la cazuela y a volar.
¿Qué? ¿Creía alguien que se le iba a olvidar la sal? Pues no, María, previsora, aliñó con cuarto kilo de sal su sabroso guiso .A su Luis le gustaban las comidas sabrosas, ya se había encargado ella de averiguarlo durante los 5 meses de noviazgo.
Llegando las 2 de la tarde, María dispuso primorosamente la mesa, y para que no faltara detalle, se quitó el delantal, tipo chica de los anuncios, calzando sus tacones de aguja y su pantalón vaquero bien ceñidito.
Con un vaso de vermouth en la mano, y la sonrisa puesta, abrió la puerta justo a tiempo de recibir al amado esposo.
El pobre Luis se iba a morir, había subido andando de la oficina para ahorrar en combustible y tenía escasa media hora para comer.
No le quería hacer un feo a su mujercita, así es que se bebió de un sorbo el aperitivo y se sentó a esperar la delicia culinaria con la que le deleitaría en su primer día.
Se acordaba de la tortilla de patata de su madre, la carne en salsa, el potaje de garbanzos…
¡Cristo bendito! ¿ Qué era aquella cosa verde que flotaba en una salsa roja con bolitas de aceite? No era cuestión de protestar, la pobre María debía de haberse pasado la mañana en la cocina.
Primera cucharada a la boca y a tragar sin mirar, ¡salmuera pura! Los ojos se le llenaron de lágrimas, el estómago emitió un angustioso lamento, y con una sonrisa torcida comentó: “Cariño esto está delicioso, ya sabía yo que mi chatilla tenía que ser una excelente cocinera”.
María no cabía en sí de gozo, y se dispuso a probar ella también su obra de arte culinario.
Al meter la cucharada en la boca, le fueron y vinieron los colores por lo menos 30 veces.
Sin mediar palabra cogió los dos platos y acabó con la delicatessen en el retrete.
¡No pasaba nada! Una menudencia. Todo se arreglaba abriendo una lata de sardinas en escabeche, que no se dijera que una no era resolutiva.
Con todo el trajín Luis veía peligrar el almuerzo de ese día, pero María inasequible al desaliento, continuó el plan previsto de excelente ama de casa.
De postre una manzana, por lo de la alimentación equilibrada, y por supuesto café, copa y puro, que ella bien sabía que los detalles eran imprescindibles para huir de la monotonía.
Asfixiado por el humo del habano, con la lengua pelada por el café hirviendo, y los efluvios del coñac saliéndole por las narices, Luis salió huyendo de la casa pensando en como hacerle comprender a esa mujer que no hacía falta volcarse tanto, unas simples lentejas, y 10 minutos de sofá antes de volver a ir a trabajar eran más que suficientes para hacer feliz a un marido de los de andar por casa.
Evidentemente, con el paso del tiempo, María dejó de insistir, y posiblemente Luis vivió más tranquilo pero menos feliz.





























Texto agregado el 23-11-2004, y leído por 337 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
20-11-2006 Me encanta. Encantador. Luis y Maria... Como si te viera en esa cocina. Besos belusca
27-01-2005 Impresonante. Excelente escrito y muy bien usados los signos de puntuacion. Para morir de la risa con un drama de la vida diaria. Muy bien. Zetha
23-12-2004 jajajaj muy divertido este cuento ondina ups me acorde de mis primeros pasos de esposa amorosa!! jajajaj gracias por subirlo!!***** janine
11-12-2004 deliciosamente divertido, le echaste sal al texto,jajajajaja barrasus
23-11-2004 Je, me ha hecho pensar en las primeras comidas que preparé...umh, mejor no recordarlas...me gusto mucho tu cuento yoria
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