ANGEL...............
Los recuerdos más cercanos provienen de aquel
Miércoles soleado. En medio de un ambiente festuoso,
el destino preparaba para Ella una flecha de vivencias
agonizantes, ricas en soledad y desilusión. No lo
sabía. De allí a unos momentos, en los cuales el
tiempo parecía estancando en la grandiosidad del sol,
Ella sufriría del más cruel de los ataques. Su corazón
quedaría fusilado ante su verdugo y ni siquiera
tendría un momento de respiro.
En el instante justo en que esa flecha fugaz, certera
e invisible cercó y atrapó el espíritu de Ella, sus
ojos llevaron ante su alma la imagen de aquel ser. Su
mente, su cuerpo, sus sentidos quedaron prendados de
él. Los pensamientos de Ella palidecieron ante su
presencia. En un momento todo pareció desvanecerse,
incluso sus movimientos dejaron de existir. Fue
fulminante. Esa ráfaga de pasiones impredecibles e
incontrolables se había alojado en Ella cual virus. No
reaccionó. Simplemente se dejó llevar por tan intensa
vivencia y cayó en su trampa.
El sin nombre se apoderó de sus pensamientos, de sus
sueños. Sus acciones y sus decisiones involucraban
siempre los objetivos del sin nombre. El fin de sus
actos tenían el más ferviente propósito de acercarle a
él, de ser solo suya. Pero en su estado de
inconciencia, Ella no se percataba de que se hallaba
perdida en una esperanza acabada. El sin nombre no
solicitaba de Ella tantas faenas. Solo veía en Ella
sus intereses. Intereses puramente cotidianos, usados.
Transcurrieron así dos años de lágrimas, de tierras
fértiles poco a poco agotadas por las exigencias del
sin nombre. La aridez de Ella se dejó entrever en su
propio rostro, en sus acciones, en su hablar. La
locura fue el paso siguiente que plantó el sin nombre.
Ella no tubo otra salida que desvanecerse en medio de
lo incontrolable. No hubo respuestas. Solo la soledad
y un recuerdo agonizante de lo que era.
Usada y agobiada, el alma de Ella decidió hundirse en
la desesperanza, único sentimiento otorgado por el sin
nombre. Las corrientes llevaron su poca existencia a
la rutina. Su espacio se vió quebrantado por los
movimientos de los demás, pero nunca por los propios.
Había perdido el control de todo.
En qué momento el sin nombre desapareció en medio de
la nada que él mismo había plantado?. Nadie lo sabe,
ni siquiera Ella. Su cosecha infructífera y desdichada
no respondía ya al llamado del sin nombre y tal vez
fue esa la razón de su huída. Talvez esa tierra árida
comenzó a responder otro llamado, el llamado de una
lluvia dorada y apacible que empezó a regar sus campos
con una suavidad casi imperceptible.
Con el tiempo, ya sin el sin nombre en sus predios,
esa tierra árida recobró la fertilidad perdida. Ella
no entendía bien lo que sucedía, pero comprendía que
aquel rocío dorado que tocaba sus poros la satisfacía
de gran manera y la inundaba de paz. En medio del
placer que la embargaba, Ella fue recobrando poco a
poco su poder, sus esperanzas. Su mente renació, sus
sueños fueron otros. La agonía, única dueña conocida y
guardiana de Ella, desapareció en busca de su creador,
del sin nombre. Ella, que había recobrado sus
sentidos, comenzó a ver a su alrededor percibiendo la
magia del hombre. Era un ser que no llegaba con el
sol, como si lo hizo el sin nombre. Era un ser que
llegaba en medio de la lluvia, de lo húmedo. Atraía
consigo sentimientos perdidos por Ella y los instalaba
en sus tierras. Ella, pasmada, dejaba que el hombre
recorriera sus predios. El placer era infinito,
saboreable.
Feliz le hacía todo del hombre. La fuerza que le
inspiraba, la capacidad de hacerlo todo sobre Ella y
para Ella, la capacidad de agotarla, de empaparla de
placer. “Qué he de hacer cuando ya no esté?, me
recordará en tiempos lejanos?”, se preguntaba Ella.
Tenía miedo de desprenderse de su fuerza. Tenía miedo
de no encontrar su voz de aliento jamás, de perder su
ímpetu, de perder al hombre que le hizo ver su
espíritu de lucha, que pensó, no existía. Sabía que la
vida tenía un rumbo distinto, teniendo el sacrificio
como una constante sin retribuciones. Sabía que no
lo volvería a ver más que en sus sueños y talvez en
los recuerdos sencillos que el mismo hombre puso en su
mente. Esos recuerdos y sueños de felicidad que sólo
el hombre colocó con tanto esmero en su alma y que
nada podía ahogar.
Llevaba tiempo de conocerlo y no había tenido queja
alguna. La suavidad de su fuerza había alcanzado
límites insospechados en el corazón de Ella y no tenía
reproches por ello. Nunca en su vida un ser había
llegado tan lejos sin necesidad de tocarle, sin
necesidad de hablarle, sin necesidad de acercársele.
“Qué es lo que hace que este hombre me defina?”, se
preguntaba Ella. Se sentía atraída por sus impulsos,
por sus acciones. Sentía que fluía con el
hombre y sólo para el hombre. La verdad le importaba
poco su correspondencia para con esos sentires. Nunca
se le había permitido a Ella sentir semejante paz al
ser simplemente ella misma. “Es un ángel”, pensaba. No
hallaba otra explicación que respondiera a tan
magnífico regalo.
Después del sufrimiento y valle de muerte que dejó el
sin nombre, vino este ángel que llenó sus días, sus
sueños, sus recuerdos y sus pensamientos con una
lluvia dorada, una paz que se le antojaba eterna y
etérea.
Podía este sentimiento tener fin?. Ella ya no se
preocupaba por eso. Ella sabía desde sus entrañas que
tal placer carecía de límite y que podía traspasar
cualquier insatisfacción. El placer dado por el ángel
hecho hombre la inundaba, la iluminaba, la hacía
fuerte y creyente en sí misma, le daba el soplo de
vida arrebatado por el sin nombre, le devolvía la
alegría y la hacía nuevamente feliz.
Después de esto, poco se puede estimar acerca del
futuro de Ella y de su hombre. Talvez el destino
cambie a un rumbo más incierto aún que el mismo camino
de Ella, o talvez el destino decida quedarse a jugar
un rato con los placeres del hombre sobre los sentires
de Ella. Todo puede terminar siendo admisible.
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