El mar no cesa de romper con sus olas, las inexpugnables costas que con su majestuoso olor baña.
Recorre mundos llenos de cultura, desembarcando en cada rincón para ofrecer a todos su propio concepto de la vida.
El mar no cesa ante la cobardía, el egoísmo o las ansias de sangre, de querer arrebatarle el tesoro que mana de sus adentros; no consigue dar marcha atrás por la lucha de sus seres queridos.
Su fuerza, acumulada en millones de años de experiencia, llena nuestra vida de tranquilos paseos, como queriéndole demostrar que nos importa y que siempre estará ahí para mimarnos con sus fría y cálidas caricias.
Pero es entonces, cuando negras mareas de descuido e hipocresía mecen su vida en un ir y venir de lamentos.
El mar limpio y claro, transparente y delicado, torna ya ensuciado por absurdas decisiones burocráticas, por intolerantes y malintencionados acuerdos.
El mar que hemos visto al nacer, ya no es el que fue, porque ya no cabalga en su sabiduría de poder, porque ya alcanza a entender el mal que se vuelve contra él.
Todo el daño del mundo se le podrá hacer, desde beberse su sal hasta hacerle perder, el amor que una vez creó para nosotros, en un mundo lleno de sádicos, pero seguirá siendo fuerte y podrá gritar con sus olas al mundo: EL MAR NO CESA.