Yo a mi papá lo entiendo, o lo veo más fácil de resolver, o lo justifico, no sé. Me parece que su mid-life crisis tiene un punto de partida en cuando era niño y en todo por lo que tuvo que pasar, creo razonable que a esta altura del partido quiera disfrutar su juventud. Sin embargo, si él decidiera un día irse y dejar la casa, todas las plagas de mis juicios caerían sobre sus hombros livianos. Pero a usted no la culparía mamá. Si usted quisiera agarrar sus maletas y largarse de esta mierda, yo la lloraría, pero no la culparía mamá. Es más, yo no sé por qué no lo hace, no es que la esté botando y no, ya va, será que no lo hace porque mi hermano aún no puede caminar y porque el menor todavía es chiquito. Será eso? Porque por el mayor y por mí, me cuesta creerlo. Yo entiendo que se quede por ellos. Pero a veces sí quisiera mamá, regalarle unas vacaciones pero con mi sueldo mensual que ni siquiera es renta fija, sino que es todo lo que yo quiera agarrado de sus manos, no me atrevo ni a sugerirlo, primero porque seguro me mira como si estuviera loca y segundo porque de cualquier manera no va a querer las vacaciones. Es verdad lo que dice mi papá, a usted le gusta hacerse la mártir, es más, lo es. Eso sí que no lo entiendo mamá, cómo usted puede dar la vida por una cuerda de malagradecidos que somos nosotros, yo no sé de dónde saca tanta voluntad, porque ni decir que es del esfuerzo que hacemos por hacerle la vida mejor. Nosotros ni siquiera nos esforzamos por no hacersela peor, bueno a veces. Nada, yo no sé como usted quiere, en particular, a mi persona. Usted no me parió así de egoista, ni de haragana ni de odiosa. Lo de egoísta me lo hice yo solita, lo de odiosa lo heredé de papá, pero lo de haragana si creo que es un poquitito su falta. Yo sé que a usted la criaron mucho mejor que a mí. Tranquila, no la quiero atacar, pero es verdad. Mi abuela las hacía trabajar, a usted y a sus hermanas, al menos en la casa, tenía la fuerza y voluntad para hacerles todo pero igual las ponía a ustedes a trabajar. Usted se ha dedicado a consentirnos, y es lindo, mamá, llegar de la calle con el corazón, o el ego, o el alma, o la ambición hechas trizas, a ser consentido por usted. Pero en cierta forma, siento el daño que nos hace. Yo siento como mi única obligación, la tarea de tomar ese daño y revertirlo, tomar lo bueno de su ejemplo y aplicarlo. A los diecisiete años uno ya no tiene moral para andar culpando a los padres. Si es verdad que me malcriaste, ya debí haberlo superado, ya yo tengo que estar siendo mi propia persona y ser más voluntariosa por mi propia cuenta, sin seguir dependiendo de usted.
Supongo que lo que quiero es llegar a una conclusión para la carta, hacerme un nuevo propósito de enmienda. Decir que a partir de ahora voy a cambiar suena mediocre, y falso e hipócrita, y lo sonará más aun si se lo digo en voz alta. Así que para efectos del propósito, me voy a callar mamá, voy a hacerme la que esta mañana no la oyó llorar, y gritar y tirar puertas y el carro. Voy a ver si pongo, y a poner, un poquito más de esfuerzo en no hacerle la vida peor, en agradecerle el esfuerzo, en respetarla, empezando por decirle usted en vez de vos, y voy a seguir mi enmienda todos los días del año, para que tenga que resignarse a creer que, aunque no lo manifieste, yo de verdad sí la respeto, y sí la quiero, y más de lo que usted piensa, también la considero. |