Anoche te esperaba cerca de la carretera como cada viernes. Hacia frió, mis orejas percibían que se aproximaba un crudo invierno, mis manos titiritaban dentro de los bolsillos de mi delgada chamarra, pero ni mis manos ni orejas me iban a impedir verte esta noche, vi pasar un coche, imagine que eras tú, la oscuridad apenas si dejaba entrever el contorno en la lejanía; al aproximarse más me percate que no era tuyo, tú siempre zigzagueabas por la carretera, el color de tu Renault 75 era un verde pistache que ni los payasos de un circo se atrevían a usar, además el faro de la izquierda estaba fundido, definitivamente no eras tú, chasquee los labios y empecé a caminar a la orilla de la carretera, el asfalto me recordaba la faldita negra con puntitos que te pusiste ayer, la línea delgada que dividía el carril se parecía a los mayónes que usas todos los miércoles, unos mayones grises que las flans debieron olvidar en algún lugar, fue entonces cuando un pitido interrumpió mis pensamientos, me Subí a la acera y seguí de largo, pitaron otra vez y solo exclame sin voltear:
-¡Ya me subí a la carretera cabrón que más quieres!-
Y dije dentro de mí:
-¡Si me vuelve a pitar ese pendejo me caí que le reviento el parabrisas!-
Me agache lentamente, tome la piedra mas grande que encontré, apenas si podía sostenerla con una mano, camine unos cuantos metros sin voltear, pitaron tres veces, la ira me sedujo, tome la piedra con ímpetu, serrando los ojos voltee y la arroje con todas las fuerzas de mi corazón.
-¡Que rico huelen las sabanas de tu cama!-
Me dije mientras el sol saludaba a las cortinas percudidas de tu habitación, siempre te había visto como una persona inquebrantable, poderosa y dominante, ahora te encuentras tan indefensa y frágil dormida entre mis brazos, estas a mi merced podría hacer contigo lo que se me antoje, eso pensaba mientras estaba recostado abrazándote de frente oyendo tus ronquidos que sonorizan toda la planta alta de la casa, son igual que la más tierna melodía a la usanza. Empecé a acariciar tu rostro deslice mis dedos por el cuello hasta los hombros fue entonces cuando despertaste diste un largo bostezo y me dijiste:
-¿Le avisaste a tus papas que no ibas a llegar a casa?-
Esa pregunta me causo tal remordimiento que le di un beso y le dije mientras me levantaba:
-el próximo viernes no te tardes mucho porque podría suceder un accidente como el de anoche-
Tome mis pantalones y mis zapatos, Salí de la casa mientras me vestía, cerré la puerta con llave y deje las llaves en la maceta, al salir por el estacionamiento vi el Renault con un hoyo del tamaño de un plato en el parabrisas.
Y le dije al carro:
-¡Haber si el próximo viernes ya estrenas otro parabrisas con la propina que le deje a tu dueña!-