Angeles
Hace muchas eras y cuando el mundo todavía estaba caliente Odín y su esposa, aburridos de las peleas entre Thor y Balder, de las charlas huecas y los trajes de Versacce de los dioses menores y de los poco erotizantes relatos de guerra de las walkirias, se dieron cuenta de que algo faltaba en el Valhalla para volver a ser el paraíso que ellos creían merecer.
Un atardecer, charlando entre mate y mate, llegaron a la conclusión de que lo adecuado sería crear unos cuantos ángeles. Tendrían que ser hermosos de cuerpo, nobles de corazón y con el espíritu aliviado de las ambiciones y deseos egoístas que solían transformar el Valhalla en un gallinero cada vez que los dioses que servían a la pareja real discutían por algún pedacito de poder, sexo ó alguna otra cosa sin importancia. Estos ángeles perfectos deberían, además, vivir una parte de su tiempo en el mundo real y el resto en un mundo de sueños. Debían ser soñadores porque, ya se sabe, los sueños limpian y además son el impulso para cambiar la realidad.
Pues bien, luego de un tiempito (unos miles de años son poco tiempo para los dioses escandinavos) consiguieron crear algunos de estos ángeles para que alegraran el paraíso y la morada real. Además de hermosos y puros, los ángeles poseían otra característica que los acercaba aún mas a la perfección: Eran hermafroditas. Mitad mujer, mitad hombre. Cada mitad era para la otra, y como hubiera dicho un mortal llamado García Márquez, "su único, último y verdadero amor".
El Valhalla y la vida de Odín y familia comenzaron a llenarse de armonía y felicidad. La pareja real inclusive comenzó a recurrir a los ángeles como mediadores entre las vanos desacuerdos celestiales y como consejeros para los problemas domésticos. Por añadidura, los ángeles hermafroditas creados por ellos eran capaces de reproducirse, así que el paraíso comenzó a poblarse de angelitos traviesos y hermosos y de piyamas con ositos.
Como se imaginarán ustedes, Odín y Freya (que así se llamaba su esposa) bien pronto descubrieron que la imperfección, aunque sea divina, difícilmente pueda contener a la perfección. El resto de los dioses, al principio en voz muy baja y con celestiales cacerolazos al final, comenzaron a protestar. Claro, ellos tenían envidia y temor de los ángeles, de su pureza, de su bondad y, sobre todo, de su felicidad ilimitada. Los reyes de los dioses acordaron que su nórdico paraíso ya no era buen lugar para sus criaturas. Por lo tanto decidieron salvarlos de los malos pensamientos de los dioses menores y enviarlos a un mundo cualquiera donde, aunque mas no fuera, pudieran espiarlos de vez en cuando y recordar lo que era la felicidad absoluta. Así se lo comunicaron a los otros dioses creyendo ingenuamente que con esta decisión conformarían su divina mezquindad.
-No mi Señor, estais equivocado- contestó con fingida contrición Thor cuando Odín terminó de explicar su plan de erradicación de ángeles-, -Estos seres tan perfectos que habeis creado son demasiado poderosos en su belleza. En cualquier lugar del universo y mientras sean tan completos no dejarán de ser una amenaza latente para vuestro poder y (sobre todo) para el nuestro- remató Balder mientras masticaba indiferente una hojitas de muérdago ante el murmullo aprobador de todos los pequeños dioses reunidos a la mesa. -Debeis expulsarlos, eso es claro. Pero antes tendreis que dividir su mitad femenina de su mitad masculina- agregó una walkiria alta, rubia y con cierto aire a Sharon Stone.
Odín y su esposa se miraron con tristeza. Debían reconocer que su creación había causado efectos opuestos a los que se habían propuesto. En lugar de crear armonía, los ángeles estaban provocando sin quererlo una verdadera revolución en el paraíso. -Muy bien-, contestó Freya, -Tal vez tengais razón: Mañana mismo procederemos a dividir a los ángeles y los enviaremos a todos a la Tierra...-. La reunión terminó con aplausos, brindis no muy sinceros a la salud de todos y sonrisas heladas. El Valhalla estaba a salvo nuevamente.
Al amanecer del día siguiente Odín habló al celular de su amigo Merlín para pedirle prestada a Excalibur, la espada mágica de otra mitología vecina. A cambio de la cesión de una bordeadora escandinava durante todo un fin de semana, el hechicero británico accedió a la solicitud de su amigo y envió la espada legendaria por el usual camino del arco iris. Fué un largo día para Odín y Sra. Uno por uno y con un limpio tajo fueron dividiendo por la mitad a cada ángel, adulto ó niño. Uno por uno y a su turno los fueron enviando a la Tierra, ubicando a cada mitad en las antípodas de la otra y dificultando así que pudieran volver a reunirse, bajo la atenta y satisfecha vigilancia del resto de los dioses y cortesanos.
Así se pobló la Tierra. Con hombres y mujeres errantes y solitarios, pero que alguna vez fueron ángeles perfectos.
Sin embargo, los pequeños dioses olvidaron algo: La diosa Casualidad, hija del Tiempo y de la Esperanza, será una diosa caprichosa e inconstante, pero es infalible. Por eso, gracias a la Casualidad y quizás una vez cada cientos de años, las dos mitades de uno de aquellos ángeles originales se vuelven a encontrar en el mundo de los mortales y se unen por siempre jamás. Y sus vidas son las que inspiran los relatos de grandes amores que cambian el destino del mundo y que escriben los poetas y los historiadores. Y así unidos, desafiando a las espadas mágicas, la envidia y el miedo, vuelven a ser más felices, más invulnerables y mas poderosos que los mismos dioses...
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